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Ciudad

Del diseño participativo a la casa ideal

El argentino Rodolfo Livingston, explica que existe un relato de que “Dios es arquitecto”, según él, “algo que nos perjudica”. De esta manera, se cree que sólo están para ocuparse de cosas grandes. Sin embargo, el creó un sistema de diseño participativo que definió como “Arquitectos de familia”, en el cual los profesionales trabajan para obtener el máximo resultado con pocos recursos para lidiar con clientes reales y casos cotidianos.Florencia Daverio, vecina de nuestra ciudad, y su compañera Silvina Franceschini, definen entre carcajadas su aplicación del método como “psicólogos de hábitat”. A través de juegos y ejercicios dialogan y escuchan activamente las preferencias para concretar la casa ideal de sus clientes, que pueden ser desde privados hasta organizaciones sociales. “Creemos que le aportamos ahorro en materiales al pensar el proyecto. Si vos sabes lo que querés construir no haces una habitación pegada a la otra porque quizás en el día de mañana vas a querer ventilarla o que te entre el sol y la terminas demoliendo”,  describe Silvina. Además, según Florencia, “el arquitecto es como un visionario porque tiene que pensar el hábitat a futuro. Todas las familias viven diferente, entonces es desmenuzar y entrar en esa intimidad constante”.Actualmente conforman, junto a once personas más, TAVA, una cooperativa de trabajo que aplica este método para atender a sus clientes y concretar su casa ideal. Entre sus trabajos destacan su participación en programas del Estado como “Argentina Trabaja” y “Ellas Hacen”, en el cual brindaron capacitaciones técnicas en instalaciones sanitarias a mujeres. “La idea era poder capacitarlas, y luego de proveerles el material a través del programa, que lo apliquen en sus casas”, afirman. En la clase se iban diseñando baños y también cocinas. Para Florencia este tipo de prácticas significan “el empoderamiento de mujeres en situaciones sociales complicadas”. Su principal aporte es lograr que esas cooperativas perduren en el tiempo, más allá de la duración del programa y que se consolide el grupo y funcione. Por otra parte, con un grupo de Argentina Trabaja hicieron un vivero y a partir de la experiencia empezaron a interesarse por las plantas y empezar a desarrollar distintas formas de comercio. “Plantaban árboles y los vendían, ese proceso estuvo interesante porque a ellos les quedó un conocimiento”, aclaran.Explican que estos trabajos van variando dependiendo del financiamiento con el que cuenten. “Hemos hecho viviendas donde los que construían eran los integrantes de esas cooperativas con organizaciones sociales”. Comentan que “las personas se enganchan muchísimo. Al ser algo que definieron ellos se fortalecen como grupo y pueden atravesar este tipo de procesos que son complejos y  largos. Haber participado les da más ganas de seguir adelante con algo que a veces tarda años”. Sus capacitaciones apuntan a dar herramientas para que luego sigan trabajando por su cuenta.  “Hicimos algunas sobre instalaciones, donde las mujeres también puedan trabajar a la par de los hombres”, y agregan que sirve fundamentalmente para resolver situaciones en sus propias viviendas y también como un oficio bien remunerado.El año pasado, organizaron desde TAVA un taller de “Arquitectos de familia”  dictado por Livingston en la Universidad de Buenos Aires, donde además de alumnos, otros arquitectos de gran trayectoria participaron porque “en su labor profesional les cuesta entender al cliente, el contacto más elemental no te lo enseñan en la facultad”, apunta Florencia.Allí trabajaron con clientes reales. “Era de las primeras veces que recibíamos gente real con una necesidad real dentro de la facultad”, confiesan. De esa experiencia recuerdan los casos que les tocaron. Nuestra vecina se ocupó de una casa demasiado grande donde los hijos se iban. “Es de los casos más comunes, había que pensar cómo solucionar para que puedan vivirla y con cosas mínimas resolver el futuro de la vivienda”, comenta. Silvina en cambio trabajó con dos terrones en la Ferrer donde “se habían construido una habitación atrás de la otro como podían y después tenían como cuatro espacios inhabilitados que no usaban. Les sobraba casa y no sabían cómo usarla”.En la actualidad están trabajando en la ciudad con algunos clientes particulares. Afirman que les gustaría expandirse por la zona, por eso el 11 de junio realizaran una jornada de consulta gratuita en la Biblioteca Alberdi. “La idea es que el que no pueda tener acceso a nuestro servicios pueda acercarse y hacernos una consulta ahí, para que conozcan nuestra manera de laburo”, mencionan. Ambas aclaran que reciben cualquier pregunta que quiera hacerle cualquiera a un arquitecto. “Pueden ser cuestiones técnicas de su casa, o problemas puntuales, no vamos a pensar un proyecto ahí pero si podemos enfocarnos en cómo deberían pensarlo”.  Agregan que, al margen del método, también realizan ajustes en proyectos ya armados. “No obligamos a nadie a hacer el método- adelanta Florencia-  pero creemos que a los mejores resultados se llegan de esa manera”. Silvina sostiene orgullosa: “La gente siempre se va muy conforme y contenta porque fue parte del proceso desde el principio al fin y eligió lo que realmente quería”.

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