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¿Llegaron las ardillas a Giles?

Vecinos de Villa Espil y Villa Ruiz reportan avistamientos de la ardilla de vientre rojo, una especie exótica e invasora que escapó de una estancia en Luján en los años 70 y no ha parado de expandirse.

La imagen, para muchos, puede ser pintoresca: una ardilla de cola esponjosa y vientre rojizo correteando por las ramas de un árbol. Pero su presencia en Villa Espil y Villa Ruiz, registrada este último tiempo por vecinos, es la avanzada de un problema medioambiental de larga data que tiene su origen hace más de 50 años en Villa Flandria, cuando su fundador quiso recrear los parques de su país natal para recordar su infancia.

La ardilla de vientre rojo (Callosciurus erythraeus) no es nativa de Argentina. Su historia en nuestro país comenzó en 1970 en la localidad lujanense de Jáuregui, y su responsable fue Julio Steverlynck, un empresario textil belga-argentino fundador de la emblemática Algodonera Flandria y de toda una comunidad modelo conocida como Villa Flandria.

Steverlynk (Cortrique, Bélgica, 4 de octubre de 1895 – Villa Flandria, Luján, Argentina, 28 de noviembre de 1975) se destacó por haber sido el primer empresario en Argentina en introducir los avances que se daban en Europa en el área de la seguridad social otorgando a sus empleados vacaciones pagas, aguinaldo y premios por producción, además de desarrollar la zona donde estaba localizada la empresa, construyendo barrios, un centro de salud y clubes, entre los que se destaca el Club Social y Deportivo Flandria, el cual juega en la Primera B Nacional del Fútbol Argentino.

Durante sus últimos años, quiso recrear los paisajes de su infancia en Bélgica en los jardines de su estancia. Por eso, en 1970 mandó a traer de diferentes partes del mundo pavos reales, ciervos, árboles exóticos y diez simpáticas ardillas de vientre rojo. El capricho nostálgico tuvo consecuencias impensadas. Las ardillas encontraron en la pampa húmeda un paraíso inesperado: árboles exóticos asiáticos que les proporcionaban alimento (frutos, semillas) y, lo más crucial, una casi total ausencia de depredadores naturales.

Lo que comenzó con pocos ejemplares se multiplicó de forma exponencial. De Luján saltaron a Exaltación de la Cruz, Moreno, Mercedes, y ahora, confirmando la tendencia expansiva, han sido avistadas en las localidades gilenses de Villa Espil y Villa Ruiz, aprovechando las arboledas rurales.

La Universidad Nacional de Luján conformó un equipo de investigadores que integran el equipo de Ecología de Mamíferos Introducidos. Según su investigación en la provincia de Buenos Aires, la presencia de ardilla de vientre rojo está confirmada en los partidos de Luján, Mercedes, Exaltación de la Cruz, Pilar, Escobar, Gral Rodríguez, Merlo, Moreno, Pilar, San Andrés de Giles, San Miguel, 25 de Mayo, Capitán Sarmiento, Arrecifes, Salto, Daireaux, Lobos, Berazategui, La Plata, Tres Arroyos, San Pedro, Claromeco.

 

Un invasor con impactos graves

Lejos de ser una anécdota curiosa, la proliferación de esta especie representa una grave amenaza para el equilibrio ambiental, la salud y la producción. Algunas de las consecuencias que generan son:

  • Salud Pública: Como todo roedor silvestre, pueden ser vectores de enfermedades zoonóticas tan graves como la leptospirosis, poniendo en riesgo a las personas y a los animales domésticos.
  • Biodiversidad: Actúan como depredadoras de huevos de aves nativas y compiten por el alimento con la fauna local. Existe una preocupación latente entre los biólogos de que, de expandirse hacia el norte, podrían invadir ecosistemas críticos como la Selva Paranaense y las Yungas, afectando a especies autóctonas.
  • Producción: Su dieta incluye frutos de cultivos como cítricos, duraznos, peras, manzanas y kiwi, dañando plantaciones comerciales y familiares. Además, tienen el hábito de roer cortezas, lo que seca las ramas, introduce hongos y devalúa la madera. El roído de mangueras de riego también es un problema común.
  • Servicios: Son famosas por causar cortes de luz y de comunicaciones al roer cables eléctricos, de telefonía y transformadores.

La llegada de las ardillas a San Andrés de Giles no es un hecho aislado, sino el último eslabón de una cadena de invasión biológica que comenzó hace más se 50 años. Su presencia obliga a la comunidad a estar informada y a las autoridades a monitorear la situación de cerca, para evitar que los daños asociados a esta especie, ya conocidos en distritos vecinos, se repitan en nuestro partido.

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