Pasar por el puente que muchos trabajadores toman para bajar de la ex Ruta 7 y dirigirse a la Papelera, implica ser golpeado por el olor del Arroyo de Giles. Solo en ese tramo, durante los últimos meses se han acumulado kilos y kilos de basura.
Naturalmente, los residuos que uno deja en la calle suelen llegar a algún curso de agua a través del viento. Sin embargo, en este caso no cabe pensar en un “descuido”: las bolsas delatan que hay personas que se tomaron el trabajo de descender hasta la costa y arrojar sus residuos.
Según explica el doctor Eduardo Luis Aguirre, la pena por contaminar por negligencia es de multa: “si, por ejemplo, no se contamina de un modo peligroso para la salud como establece el art. 200 no hay delito. Si no se agrega agua alguna de las sustancias que establece la Ley de Residuos Peligrosos ( 24.051 ) no hay delito” explica el abogado a través del portal Derecho a Réplica.
Esto explica el hecho de que año a año, nuestro arroyo esté cada vez más contaminado sin que nadie sea castigado por ello. Hay vía libre para atacar al medioambiente y transformar nuestro principal curso hídrico en un foco de enfermedades.
El Arroyo de Giles, desemboca en el Río Areco, y este, se une en Baradero al Río Paraná, una de las vías más importantes de nuestro país. A su vez, el Paraná se conecta con el Río de la Plata, el cual da al mar. De esta manera, los residuos no solo afectan a nuestra ciudad, sino a todo un ecosistema. Y el daño se extiende por varias generaciones: se estima que una botella de plástico en el océano tarda 500 años en degradarse.
Si bien durante los últimos años las denuncias sobre la falta de cuidado del arroyo se han acumulado, no se ha logrado encontrar una solución. Desde la municipalidad se han llevado adelante campañas que ponían el foco en el correcto tratamiento de los residuos. Sin embargo, las bolsas desparramada a metros de la ruta muestran que queda mucho por hacer.