Claudio Alderete, conocido como “Caio” en el Hogar de Niños Jorge Coll de San Andrés de Giles, hoy es un reconocido abogado en Neuquén, especializado en Discapacidad y Salud Mental, que ejerce como defensor oficial público en Junín de los Andes . Pero su historia, marcada por la adversidad y la fortaleza, comenzó en este pueblo, donde encontró una red de apoyo que lo guió hacia un futuro distinto.
Su historia de vida se publicó recientemente en el Diario Rio Negro, a partir de una charla con su amigo y hermano de la vida Pablo Chiurco, vecino de San Andrés de Giles, con quien se conocieron en la Escuela Técnica. Confía que dando a conocer las vivencias de Claudio, puede inspirar a los demás a construir nuevos horizontes y anteponerse a las dificultades que a veces presenta la vida.
Nacido en el Gran Buenos Aires, Claudio llegó a los tres años al Hogar Jorge Coll junto a sus hermanos, hijos de una madre chaqueña que no podía criarlos. Aunque mantuvieron el contacto con ella, su vida transcurrió entre las paredes de esa antigua casona, donde el número 40 se convirtió en su identificación, marcando su ropa y su casillero.
Allí, como muchos otros niños, enfrentó la soledad de los domingos sin familia y el estigma social. Pero también encontró figuras clave, como Andrés Barbieri, director del Hogar en esos años, quien no solo lo contuvo, sino que lo impulsó a seguir estudiando.
Terminado el secundario, Barbieri le gestionó una beca para estudiar en Buenos Aires a través del Sistema de Sostén de la Suprema Corte de Justicia. Claudio fue uno de los pocos entre sus compañeros en llegar a la universidad.
Primero intentó con Contaduría, pero pronto descubrió su vocación por el Derecho. Esos años no fueron fáciles: llegó a la Universidad de Buenos Aires (UBA) con alpargatas rotas, disimulando los agujeros con un marcador negro. Los primeros trajes que usó como profesional fueron donaciones que recibió el Hogar.
Hace 18 años que Claudio vive en Neuquén, donde trabaja como defensor oficial en Junín de los Andes. Aunque tuvo oportunidades de ascender, eligió mantenerse cerca de quienes más lo necesitan: “el abogado de los que están más en la lona”, como él mismo dice.
Pero su otra pasión siempre fue la música. Aprendió a tocar la guitarra y hoy mezcla su profesión con la poesía y el canto. Se presenta en bares de San Martín de los Andes y hasta ha tocado en algún bar de San Andrés de Giles, donde muchos vecinos lo recuerdan con cariño.
En sus propias palabras, Claudio reconoce que su historia no hubiera sido posible sin el Hogar Jorge Coll, la contención de Barbieri y la ayuda de la comunidad. Aunque la vida le puso obstáculos, hoy mira atrás con orgullo: desde aquel niño del número 40 hasta el profesional que ayuda a otros, siempre fiel a sus raíces.
“Esta zamba es alegre aunque nace de la nostalgia”, dice una de sus canciones favoritas. Y así, entre recuerdos y logros, Claudio sigue adelante, demostrando que con apoyo y oportunidades, los destinos pueden cambiar.