No es novedad que los argentinos somos futboleros. Lo que llama la atención es que en un contexto económico que pareciera no ser el mejor, nuestro país encabeza el ranking de entradas compradas para ver los partidos en Qatar y ahora también el de figuritas vendidas. La locura por la scaloneta y la caprichosa es total.
Desde el miércoles, nuestra ciudad vive la fiebre mundialista de manera muy especial. La histórica firma Panini lanzó al mercado el álbum de figuritas y en San Andrés de Giles se agoto rápido, como así también los paquetes que llegaron. El jueves ya era una odisea conseguir “algo”. De hecho, en el pueblo se podía ver a cientos de vecinos y vecinas movilizándose de kiosco en kiosco en busca de sus figuritas.
El álbum, que cuesta 700 pesos y los paquetes 150 pesos, escasea en todo el país. Y claro, ya aparecieron los vivos de siempre que remarcan ante la avanzada de la ilusión. Nuestra ciudad no fue la excepción y algunos comerciantes pusieron los paquetes a 200 pesos, aprovechándose de la situación y dando una clase de como también se genera inflación. Pero no todas fueron pálidas, algunos se pusieron la “10” y aplicaron un máximo por comprador para que todos y todas puedan acceder a un paquete. A ellos los aplausos.
Los kioscos, estaciones de servicio y jugueterías llevan la experiencia como pueden, de hecho ya es normal ver largas filas en los comercios de chicos y no tan chicos; porque claro, el fanatismo por la albiceleste y la colección no sabe de edades. La fiebre mundialista se instaló como nunca antes en el útlimo tiempo.
En las próximas semanas, cuándo Panini normalice la entrega, seguramente las plazas serán un buen lugar para intercambiar las “repe”. A pocos meses del Mundial, la ilusión está intacta y la Argentina quiere mantener el invicto. Claro, la scaloneta no pierde en cancha pero nosotros, tampoco. Si salen entradas, las agotamos; si sale el álbum, también lo agotamos. Hay esperanza.