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Historias de Malvinas: Ricardo Oural

En el año 2003, la historiadora local Graciela León, publicó “De mi Pueblo a Malvinas”, un libro en el que recoge los testimonios de alguno de los veteranos gilenses de la Guerra de 1982.

El relato de Ricardo Oural

Después de realizar un curso de tres años en la escuela General Lemos, fui destinado a Córdoba, donde permanecí cuatro años. En diciembre de 1981 me trasladaron al Regimiento 6 de Mercedes. Junto a mi esposa Nancy Fassoli y mi pequeño hijo, nos radicamos en San Andrés de Giles, de donde ella es oriunda.

Mi grado militar era Cabo 1º Mecánico Armero. A mi cargo estaba el mantenimiento y reparación de todo el armamento: los camiones 105 mm; los morteros 120 – 681; las ametralladoras 12,7; los fusiles FAL; las pistolas, etcétera.

Pese a que hacía muy poco que me encontraba en el Regimiento, cuándo estalló la guerra, doy fé que el armamento, al menos el del Regimiento de Mercedes, estaba en perfectas condiciones, listo para ser usado. Se produjo un solo defecto en los cañones de 105 mm, en la parte de percusión, que se subsanó sobre la marcha.

Cuando partimos, el martes 13 de abril, todo era incertidumbre, hasta que alrededor de las nueve de la noche aterrizamos en Malvinas. Fue una sensación muy grande, en un lugar tan alejado de los vínculos familiares y de amistad.

Yo pertenecía a la Compañía de Servicios, y al bajar del avión, nos quedamos en un rinconcito del aeropuerto de Puerto argentino. Mirábamos para todos lados y se alcanzaban a ver las luces de la ciudad, distante a unos diez kilómetros. El silencio era total, solo se oía el viento. Ahí estábamos en situación máxima.

Como nuestra misión era la de apoyo logístico, íbamos a retaguardia. Quedamos entonces instalados en Puerto argentino. En cuanto a la reparación de las armas, teníamos todo lo necesario en repuestos para hacerlo.

Nosotros recorríamos las distintas posiciones, para atender las averías que se hubiesen presentado. Una vez que avanzó la guerra, y comenzó a hacerse muy dificultoso trasladarse hasta las posiciones, si se producía un desperfecto, el camión o cualquier arma se trasladaba hasta un lugar fijo, un puesto Comando, donde está el apoyo logístico. En mi caso, era el Logístico 10, ahí le dábamos solución inmediata.

El primer bombardeo inglés nos sorprendió a todos juntos. Fue una gran movilización y el paso número 1 consistió en reforzar nuestras trincheras. La realidad es que hasta ese 1º de Mayo, nadie imaginaba un ataque enemigo y todas las trincheras eran precarias. A partir de ese momento, se tomó conciencia de la situación y comenzamos a reforzar nuestras posiciones.

El día del primer cañonero naval era espléndido, clarísimo, diáfano y se veían perfectamente de las tres fragatas que se encontraban en unos 15 kilómetros. La primera impresión fue la impotencia porque no podíamos responder al fuego. Las veíamos ubicarse para disparar sobre las distintas posiciones. No teníamos cañones de largo alcance, hasta que llegaran los de 150 mm desde Junín. Allí comenzamos a pegarles los primeros sustos y las balas comenzaron a picar cerca de las fragatas.

Recuerdo como si fuera hoy, el primer disparo del misil Exocet, porque estaba de guardia. Hubo que adaptarlo a una rampa, digamos a los criollo, porque no se contaba con elementos necesarios. La satisfacción más grande fue verlo salir y luego dar en el blanco. Nos estaban bombardeando a gusto y cuando impactó, se hizo de día. Aunque los ingleses nunca lo admitieron, una fragata salió humeando.

En aquel momento, el Jefe de la Compañía de Servicios y Logística, era el capitán Sosa Monte Pagano, quien trabajó incansablemente para que a toda la unidad no le faltara un plato de comida caliente y el mate cocido con pan punto. Fue uno de esos héroes en silencio, que lo hacen porque lo llevan adentro y por amor al prójimo.

El amanecer del 14 de junio fue muy triste. Íbamos camino al pueblo con el Sargento 1º Brito. La madrugada era muy fría. En algunos lugares, ya había un manto de nieve. Veíamos a la gente que bajaba de los cerros con la cabeza gacha. Me quedó grabado el espectáculo de esos hombres quebrados, con profunda tristeza y congoja, con su manta o lo poco que habían podido conservar. Tal vez los embargaba la impotencia de no haber podido hacer más.

El momento más doloroso que vivimos ese día, fue el último bombazo que cayó sobre nuestras posiciones y mató a los sargentos ayudantes Aguilar y Ochoa. Como estábamos tan cerca, advertimos de inmediato esas muertes.

Decidimos darles digna sepultura. Mientras un grupo se encargaba de cavar las fosas, a mí se me ocurrió ponerles una cruz con el nombre, ya que sería muy triste ser sepultado en un lugar tan lejano como NN o con simplemente el número de nuestras placas identificatorias. Saqué unas maderas de la cerca de una casa, y fabriqué las cruces y grabé los nombres de Aguilar y Ochoa.

Nunca imaginé lo qué sucedería 20 años después y lo que esas inscripciones significarían, más allá de lo humano y de lo cristiano.

En noviembre de 2002 el príncipe Andrés y un grupo de veteranos ingleses visitaron las Islas Malvinas, con motivo de cumplirse los 20 años del conflicto. Uno de esos excombatientes ingleses, llevaba un trofeo de guerra conservado hasta entonces y que había decidido devolver: el casco de un soldado argentino. El contingente llegó al cementerio de Darwin, y el soldado inglés tuvo la enorme y conmovedora sorpresa de leer en una de las cruces el mismo nombre pintado en el casco, Sargento 1º Eusebio aguilar. El veterano ignoraba que ese casco que él había hallado, pertenecía a un soldado argentino muerto. El casco quedó depositado sobre la tumba del Sargento Aguilar que era riojano y pertenecía al regimiento 6 de Mercedes.

El diario Clarín se hizo eco de este singular episodio. (Nota de la autora).

Por ahora no me gustaría volver a Malvinas. No iría en la paz, como un turista más. Pero si la Patria me llamara, ahí sí acudiría. Me siento muy orgulloso de lo mío, y ver en nuestra tierra una bandera que no es la nacional, duele mucho, porque en todo el continente americano se sabe que las Malvinas son argentinas.

(Tomado del programa “Malvinas, la Perla Austral”. Radio Cristal, San Andrés de Giles. 15/11/2002).

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