El Frontón cumple 49 años: la historia de un club modelo para la región
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Agustín Bagnasco
- mayo 7, 2022



Durante todos los lunes de 1973, la cancha de pelota paleta de Héctor “Chacra” Uguet se transformaba en el comedor de un grupo de amigos. Era casi como una misa a la que era imposible faltar. Algunos de los que iban eran Tito Crosetti, Norberto “Gallego” Fernández, Hector “El Gordo” Gussoni, Carlos “Beto” Bonetti, Carlos Vassena, Vicente Sarlenga, Manuel “Cacho” Llames, Emilio Labiano, Carlos Serra, Ángel Faiad, Rinaldo Quevedo, Juan Valli, Reynaldo “Tito” Gallo, Luis “Tuco” Rodríguez, Nicolás “Bilule” De Lucca, y Ricardo y Sergio Dinardi.
La noche del 7 de mayo, después de comer un asado y tomar algunos vinos, uno propuso:
— Tenemos que armar un club.
No se sabe quién fue el de la idea. Tampoco se sabe si tenía en cuenta dónde la había planteado. Es que durante los años anteriores, esa cancha de Alsina entre 25 de Mayo y Rivadavia se había transformado en un lugar fundamental para algunas de las instituciones más importantes de San Andrés de Giles: por allí ya habían pasado los clubes Victoria, Almafuerte y Colegiales.
La semana siguiente, los vecinos comenzaron a organizarse para recaudar fondos y definir los colores. El nombre ni se discutió. El proyecto iba a ser bautizado como el bar de la cancha de pelota paleta: El Frontón. Después de algunas discusiones, algunos hinchas de San Lorenzo lograron imponerse y sentenciar que las banderas del nuevo club serían azules y rojas.
A partir de ese momento, los encuentros se transformaron en reuniones para pensar cómo iban a conseguir una sede propia. Pasaron seis años hasta que se pudiera cumplir con ese primer gran objetivo. Gracias a un crédito sacado por Reynaldo Gallo y Emilio Labiano en 1979, se pudo comprar una vieja casa ubicada en Pellegrini y 9 de Julio.

Desde ese lugar, El Frontón tomó fuerza para crecer. Primero compitió en la Liga de Giles, en una cancha que el Club Colegiales había montado detrás del bar de Rivero, sobre la Avenida Scully. Ahí no había líneas de cal, ni baños. Tampoco había redes. El campo de juego consistía de dos arcos oxidadísimos y un terreno que tenía tantos pozos que parecía haber sido víctima de un bombardeo.
Los propios jugadores de El Frontón se encargaron de emparejar el suelo, conseguir redes y armar los baños, de modo que pudieran disputar la liga local. La improvisación hizo que el primer partido de El Frontón fuera con una camiseta de Huracán y no de San Lorenzo. Como todavía no habían comprado las casacas, tuvieron que pedir un juego prestado, y ese era el único que había a mano.
De alguna manera esa improvisación constante y la organización basada en un grupo de amigos, sirvió para progresar. Con los años, el club sumó otras actividades como el fútbol infantil – coordinado por los propios padres de los jugadores -, ciclismo y hockey.
En 1990, se tomó una decisión fundamental para la historia de la institución. Bajo la presidencia de Omar Naricce, la Comisión Directiva aprobó la compra de un predio en el Camino de las Tropas. Se trataba de un campo semi inundado por el arroyo, totalmente desparejo y que solo contaba con una pequeña construcción que amenazaba con derrumbarse con la primera tormenta.
De cualquier manera, el club llevó adelante la compra. A partir de ese momento, se agigantaría la figura de un miembro de la dirigencia, que con el tiempo se transformaría en una leyenda: Tito Crosetti. En cuanto se adquirió la parcela, Tito comenzó a dedicarle todas las horas de sus días al predio. Desagotó la laguna que invadía el terreno; armó una hilera de árboles desde la entrada hasta el fondo del campo y en el borde del arroyo; se encargó de cortar los pastizales, y hasta durmió algunas noches en el lugar, para cuidar todo el trabajo realizado.
Ni siquiera cuando estaba enfermo dejaba de trabajar para El Frontón. Cuando en 2006 algunos problemas de salud le demandaban estar en reposo, el hacía caso omiso a los dolores y a los doctores, y se escapaba para el predio.

En 2007, la comunidad frontonera tuvo que lamentar el fallecimiento de Tito. A modo de homenaje, el campo de deportes y el Camino de las Tropas fueron rebautizados con su nombre. Desde entonces, los 7 de mayo ha mutado en una fecha especial, para recordar no solo el surgimiento de la institución, sino también para recordar a todos los que trabajaron por ella.
49 años después de aquella cena inaugural, este aniversario encuentra a un club que ha logrado transformarse en un modelo para toda la región y en un punto de encuentro para todos los amantes del deporte.
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