Durante la jornada de ayer, reapareció un reclamo que parece no tener fin, el de la falta de acceso a bienes inmuebles en San Andrés de Giles. Es que poco después de que una vecina denunciara que estaba por quedar en la calle, se detectó una toma de un terreno privado en el barrio El Esfuerzo.

Un escenario similar se había presentado en noviembre del año pasado, cuando un grupo de vecinos de Solís se congregó en la Plaza San Martín para reclamarle al municipio que brinde las condiciones como para acceder al terreno propio y a la vivienda.

A partir de la reiteración de estas manifestaciones, Infociudad calculó cuántos años hay que ahorrar para poder adquirir un inmueble en nuestra ciudad. Los precios mínimos de los terrenos rondan los 25 mil dólares. De esta manera, si se cobra el Salario Mínimo Vital y Móvil, – que en diciembre llegará a los $47.850 – habrá que ahorrar durante casi nueve años. Si agregamos los costos de la construcción de una vivienda mínima de 51 metros cuadradados, se deberán evitar gastos por otros nueve años. En total, se necesitan casi dos décadas de salarios mínimos, sin gastar ni un solo peso, para comprar un terreno y construir.

Según un informe del portal de empleos Bumeran, el salario promedio pretendido por los trabajadores es de $110.700. En el caso de que se cuente con este dinero a fin de mes, el ahorro deberá extenderse por ocho años.

En cualquiera de los dos casos mencionados anteriormente, se trata de una estrategia prácticamente imposible para las familias que deben afrontar los costos de un alquiler, alimentos y servicios, y completamente inabordable para un solo individuo.

Por otro lado, a los altos valores de los inmuebles se le suma la dificultad para acceder a los dólares. Actualmente, el Estado permite comprar hasta 200 dólares por mes. Si se quisieran reunir los 25 mil del terreno, habría que comprar la divisa norteamericana durante más de diez años. Por ese motivo, el dolar blue termina siendo el protagonista de las transacciones inmobiliarias.

Todo este panorama hace que el sueño de la casa propia se vea obstaculizado por una serie de problemas económicos, que para los sectores medios y bajos implican una dependencia absoluta de programas estatales y empréstitos privados.