La mañana del domingo 11 de octubre del 2015, una camioneta F 100 avanzaba a toda velocidad hacia el sur por la Ruta 14. Sus dos ocupantes partieron de Bolivia a la madrugada, junto a otros dos que iban a bordo de una Amarok que los adelantaba por casi cinco kilómetros de distancia.
Cuando llegaron al puesto de control ubicado en el límite provincial de Entre Ríos y Buenos Aires, los viajeros procuraron mostrarse tranquilos, como si volvieran de unas vacaciones. Los gendarmes no sabían que en la caja de la Volkswagen habían escondido cientos de ladrillos de cocaína.
Los cuatro hombres, por su parte, tampoco sabían que había más de 120 efectivos policiales siguiéndolos desde que emprendieron viaje, y una caravana de patrulleros que no les perdían el rastro desde Corrientes.
El operativo empezó a gestarse meses antes, cuando la Policía de Seguridad Aeroportuaria logró interceptar las llamadas de un sospechoso domiciliado en Bolivia. Luego de escuchar un sin fin de conversaciones, un día apareció el dato que necesitaban: una banda narco iba a ingresar al país con un importante cargamento de cocaína.
A partir de esta información, el juez Federal Ariel Lijo ordenó montar un operativo que se desarrollaría a lo largo de varias rutas del país. El plan fue llamado “Caletas Blancas“.
Cincuenta minutos después de pasar el destacamento de gendarmería, los transportistas se convencieron de que la peor parte había quedado atrás. No estaban relajados, pero en las cabinas de las camionetas flotaba un aire triunfalista.
A las once de la mañana, la Amarok ingresó a Giles por el Acceso Colón y siguió por la Avenida Scully, para luego tomar la Ruta Nacional 7 en dirección a Luján. Al cabo de unos minutos, los hombres llegaron a Villa Espil.
Mientras el acompañante buscaba en la consola del vehículo dinero para pagar el peaje, una Traffic frenó a toda velocidad al lado del coche, y de la parte de atrás bajaron dos miembros del Grupo Especial de Asalto Táctico (GEAT), a los que enseguida se le sumaron otros ocho. “¡AGACHÁ LA CABEZA! ¡POLICÍA! ¡LAS MANOS EN LA CABEZA!” gritaron los efectivos mientras apuntaban con sus fusiles.
En el mismo momento, sobre la avenida Scully, otra decena de policías detenía a los conductores de la F 100. Los sujetos ni siquiera sospechaban lo que estaba pasando unos kilómetros más adelante.
A la vera de la Ruta 7, el personal policial empezó a revisar la Volkswagen. Con una barreta, uno de los hombres que participó en el operativo levantó el suelo de la caja de la camioneta. A la izquierda, junto al montículo de la rueda, había un orificio en el que se veía un paquete gris.
Los efectivos lo abrieron y rozaron un papel contra la superficie blanca que se escondía bajo el plástico, para luego aplicar un aerosol. Tal como ocurre en la serie de National Geographic, el papel se volvió azul: la muestra había dado positivo para alcaloide de Cocaína.
Horas más tarde, la policía desarmó la caja por completo. En total, había 240 kilogramos repartidos en 239 ladrillos. Se trató de un golpe récord para nuestra ciudad. Medios nacionales como Clarín, La Nación y Télam se hicieron eco de la noticia y fue uno de los temas centrales en los noticieros del día siguiente.
Los cuatro hombres fueron detenidos y el lunes tuvieron que prestar declaración indagatoria ante Lijo. La droga permaneció almacenada hasta el 12 de abril del 2016, cuando la nueva ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, encabezó una quema masiva de narcóticos incautados entre 2014 y 2015. Allí también se incineró la cocaína secuestrada en operativos como “Mudanza Blanca” (400 kilos), “Brujas Blancas” (200 kilos) y “Lagarto Blanco” (235 kilos).

El golpe del 2015 fue el más importante en la historia de San Andrés de Giles hasta este año. Los 4.500 kilogramos de marihuana hallados la semana pasada en la zona rural de nuestro partido, volvieron a sorprender a todos los vecinos y a ubicar a Giles en las páginas de los principales diarios del país.
Al igual que cuando se interceptó a las dos camionetas, las fuerzas de seguridad volvieron a explicar que existen motivos para pensar que los narcotraficantes ven a esta zona como un lugar ideal para almacenar la droga. Es que la Ruta 7 – que conecta Chile con Buenos Aires -, la Ruta 41 – uno de los principales caminos elegidos para llegar a la costa atlántica – y la Ruta 8, convierten a este distrito en un lugar estratégico para distribuir narcóticos. Y a estas rutas se le agrega la 193, que permite llegar a la Autopista N° 14, una de las vías más utilizadas en el tráfico de sustancias ilícitas. No en vano, algunos medios ya la han bautizado como “la ruta narco“.