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¿En qué estado se encuentran los ecosistemas en nuestro municipio?

Un informe especial escrito por el vecino Luis Humacata, geógrafo, docente e investigador del Instituto de Investigaciones Geográficas de la Universidad de Luján.

Por Luis Humacata

El 5 de junio de este año, en el marco de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, la Organización de las Naciones Unidas lanzó el Decenio sobre la Restauración de los Ecosistemas, que se extiende desde el año 2021 hasta 2030.

¿Qué entendemos por ecosistema? Desde un punto de vista biológico, podemos definirlo como un sistema que está formado por una comunidad de seres vivos, el medio natural en que viven, y las relaciones que se establecen entre ambos. Dentro del conjunto de seres vivos, la especie humana es la única que puede modificar y adaptar el ambiente para su beneficio. El estilo de vida que la humanidad ha adoptado desde hace ya muchos años, cada vez más alejado de su entorno natural, ha generado una serie de conflictos ambientales, que ha puesto en peligro hasta su propia existencia, al degradar los recursos naturales que son vitales para la vida, cuyas consecuencias contribuyen a lo que se ha denominado cambio climático. Es común ver en estos días, noticias sobre el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar, la deforestación de selvas, la contaminación de ríos, entre muchos otros efectos que impactan negativamente en la biodiversidad.

Frente a esta situación que se vive a nivel mundial, han surgido diversas iniciativas, desde distintos ámbitos (ONG, gobiernos locales, organismos internacionales, etc.), para dar solución o reducir el impacto que las actividades humanas generan en el ambiente.

Una de estas iniciativas es la propuesta por la ONU. Entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de restauración de ecosistemas? Según se puede leer en su página web (www.decadeonrestoration.org), restaurar los ecosistemas significa favorecer la recuperación de aquellos ecosistemas que hayan sido degradados o destruidos, así como conservar los que todavía siguen intactos. La restauración puede producirse de varias formas, entre las que se cuentan, por ejemplo, plantar de forma activa o eliminar las presiones que afectan a la naturaleza para que pueda recuperarse por sí sola. En este sentido, se pueden restaurar todo tipo de ecosistemas, incluidos los bosques, la tierra agrícola, las ciudades, los humedales y los océanos.


Nuestro municipio, se caracteriza por presentar un paisaje mayormente rural, donde la superficie urbana ocupa un mínimo porcentaje, de tan solo el 0,1%, de la superficie total del partido. Las principales actividades económicas son la agricultura y la ganadería, las cuales han generado un paisaje humanizado relacionado íntimamente con estas actividades, y que la mayoría de los habitantes lo reconoce como parte de su identidad local. Una ciudad de tamaño pequeño, numerosas localidades rurales, montes naturales e implantados, campos sembrados con soja, maíz y trigo, establecimientos ganaderos de producción extensiva e intensiva, pequeños cursos de agua permanentes y temporarios, son algunos de los elementos que conforman el paisaje gilense. Aunque debemos señalar que, desde hace algunos años, se han sumado nuevas actividades a las que tradicionalmente se desarrollaban en nuestro municipio, tales como el turismo rural, la proliferación de barrios residenciales, entre otras. La cercanía a los centros urbanos de mayor tamaño y el aumento de la accesibilidad a partir de la extensión de autopistas, han puesto a nuestro municipio en un contexto de mayor dinamismo.  

¿En qué estado se encuentran los ecosistemas en nuestro municipio? ¿Qué medidas podemos adoptar para reducir la presión de las actividades humanas sobre nuestros ambientes?

Como es sabido, nuestro municipio no está ajeno a los problemas ambientales de la región. Hemos presenciado conflictos en torno a la aplicación de agroquímicos y sus efectos en la salud humana, también la apropiación de ambientes naturales por parte de empresas inmobiliarias, cuyos reclamos se han dado por una activa participación ciudadana.

El día 26 de noviembre de este año, el Consejo Municipal para el Desarrollo y el Ordenamiento Territorial, coordinado por el Arq. Juan Addesso y el Lic. Rolando Silla, organizó el “I Encuentro sobre Territorio y Sociedad”, que tuvo lugar en la Escuela Normal Superior “Fray Mamerto Esquiú” de nuestra ciudad. En dicho encuentro, participaron varios investigadores de diferentes universidades, exponiendo los resultados de sus proyectos que abordaban diversas temáticas sobre el partido, tales como las transformaciones y conflictos en torno a las ruralidades, la co-gestión en la educación rural, el proyecto arqueológico del Cementerio Sud. Desde el Grupo de Estudios de la cuenca del río Luján (GECLU), perteneciente al Instituto de Investigaciones Geográficas (INIGEO), de la Universidad Nacional de Luján, hemos presentado el trabajo titulado “Geografía del Paisaje de San Andrés de Giles. Elementos para su planificación”.

En dicha exposición, se puso énfasis en el impacto que está generando la actividad agrícola y ganadera en los cursos de agua y su área circundante o área de ribera. Ya hemos señalado que estas actividades forman parte de la economía de nuestro municipio que, como muchos otros municipios pampeanos, tiene una larga tradición rural. El proceso de agriculturización implica una creciente ocupación del espacio rural y una mayor intensidad del uso del suelo, a través de la aplicación de agroquímicos (tales como herbicidas, pesticidas y fertilizantes), que llegan a ingresar, a partir del proceso de escurrimiento, a los cursos de agua. En este sentido, el transporte y deposición de contaminantes y la ocupación de la agricultura en las áreas de ribera, generan la disminución de la biodiversidad y la pérdida de hábitats naturales. En la siguiente imagen de una parcela rural en las proximidades de la localidad de Azcuénaga, se puede apreciar este proceso de degradación de un curso de agua temporario y su área de ribera. La secuencia temporal, indica el avance de la agricultura sobre el área de ribera hasta llegar a ocupar el propio cauce del curso de agua, eliminando por completo este ecosistema.

1-Imagen satelital obtenida de Google Earth (Noviembre de 2017). Se puede observar una parcela agrícola y el recorrido de un curso de agua temporario y la vegetación natural que se encuentra en su área de ribera.
2-Fotografía tomada por el autor (Diciembre de 2021). Se observa la misma parcela agrícola donde el cultivo de soja atraviesa el curso de agua y su área de ribera.

Por su parte, el pastoreo en las áreas de ribera, también genera una degradación de los arroyos. Es común ver la presencia de ganado, principalmente vacuno, en estas áreas, en búsqueda de sombra, agua para beber y para el consumo de la vegetación. Entre los efectos negativos, podemos señalar la disminución de la calidad del agua por deposición de orina y material fecal, la modificación de la morfología del cauce, la estructura del suelo, la disminución de vegetación, etc. En la siguiente imagen, se puede observar la compactación del suelo en el área de ribera y en el cauce de un curso de agua, producto del pisoteo por parte del ganado.

Degradación del cauce y márgenes de un curso de agua en una parcela rural con ganadería extensiva, en las proximidades de la localidad de Azcuénaga. Fotografía del autor.

¿Qué medidas se pueden adoptar para prevenir, detener y revertir la degradación de estos ecosistemas? Los estudios sobre conservación de arroyos y áreas ribereñas se vienen realizando desde hace varias décadas, aunque, según investigadores del Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable de la Universidad Nacional de Luján, en nuestro país no se han tenido en cuenta las distintas estrategias para la conservación de arroyos pampeanos (Giorgi, et al., 2014; Troitiño, et al., 2010). Estos autores, que han realizado diversas investigaciones en estos ecosistemas, proponen la implementación de Zonas de Amortiguación Ribereñas (ZAR). Se las define como corredores de vida silvestre, que permiten la conservación de especies autóctonas de aves, reptiles, insectos y mamíferos, interconectando áreas de reserva y conservación (Troitiño, et al., 2010). Se las consideran como una medida para reducir los ingresos de contaminantes a los arroyos y mantener en límites aceptables la calidad del agua. Además, las ZAR incrementan el valor de la tierra al mejorar la calidad estética del paisaje y aumentan la biodiversidad de estos ecosistemas. En la siguiente imagen, se puede observar la definición de una ZAR o área de influencia (Buffer), para un curso de agua que atraviesa una parcela agrícola. La propuesta de estas zonas de conservación, implican la exclusión del ganado, donde se permite su acceso solo en sectores bajo control, y la eliminación de cultivos y actividades de labranza. Según las características de los cursos de agua, se pueden adoptar distintas dimensiones de las áreas de influencia, con una distancia de 5 a 30 metros del curso de agua.

Definición de una zona buffer (color naranja) de 10 metros a cada lado de un curso de agua temporario (color celeste) en una parcela agrícola.

En el plano local, estamos frente a una gran oportunidad de incluir la cuestión de la restauración de ecosistemas en la agenda política, ya que se está llevando a cabo la redefinición del Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial 2020-2030. Frente a la premisa que guía este proceso de reelaboración del Plan Estratégico, ¿qué futuro queremos para nuestro territorio?, tenemos que considerar la conservación de nuestros ambientes naturales, muchos de los cuales atraviesan graves problemas de degradación. En este sentido, debemos plantearnos el siguiente interrogante ¿qué futuro queremos para nuestro espacio rural? Como hemos señalado al inicio de esta nota, el ser humano es la única especie capaz de realizar grandes modificaciones en el ambiente, y esa capacidad debe estar orientada a realizar aportes para la generación de ideas y soluciones que tengan como objetivo un desarrollo socioeconómico más armónico con nuestro planeta, de tal manera que las generaciones futuras puedan disfrutar de un ambiente sano.

Bibliografía de consulta

Giorgi, A.; Rosso, J.J.; Zunino, E. (2014). Efectos de la exclusión de ganado sobre la calidad ambiental de un arroyo pampeano. Biología Acuática N° 30, 133-140.

Troitiño, E.; Costa, M.C.; Ferrari, L.; Giorgi, A. (2010). La conservación de las zonas ribereñas de arroyos pampeanos. I Congreso Internacional de Hidrología de Llanuras. Azul, Buenos Aires.

Sobre el autor

Luis Humacata, es geógrafo, docente e investigador del Instituto de Investigaciones Geográficas de la Universidad Nacional de Luján.

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