San Andrés de Giles, AR
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Ciudad

Los Meretta: el dolor detrás de la leyenda

El acero del molino refleja los rayos del sol, que a las once de la mañana impactan de lleno contra la pampa húmeda. Un chico de diez años se sube hasta la cima de esa mole de metal, tratando de remontar vuelo. Su hermano, desde abajo, con la inocencia de un nene de nueve años, le pide que no pase por el centro de San Andrés de Giles, para que no lo vean ni papá, ni mamá, quienes estaban en el pueblo haciendo mandados. Desde arriba, Meretta promete obedecer y procede a despegar. Sin embargo, en cuanto sus pies dejan de tocar la base del molino, alejándose de las aspas de metal, la ley de gravedad muestra su infalibilidad y el niño aterriza violentamente.Los chichones, el dolor del golpe, los raspones, pasarían con el transcurrir de los días. Pero mientras estas heridas se curaban, iban surgiendo otras que permanecerían abiertas por más de setenta años. Es que esta historia empezaría a repetirse de boca en boca, y cada vecino que la compartía, le agregaba algún detalle que si bien se alejaba de la realidad, aumentaba la leyenda y hacía que se rían más personas, las cuales también la modificaban al relatársela a otros conocidos. Finalmente, el límite entre la verdad y la ficción se borró, y la historia de los hermanos Meretta se transformó en una leyenda ya no solo local, sino también regional.A lo largo de este proceso, se desataba un camino paralelo: mientras cientos, miles de personas se reían, la familia Meretta sufría. Si bien ellos mismos empezaron compartiendo la historia entre risas, con el tiempo se transformó en una mochila. Las cargadas empezaron a repetirse una y otra vez, hasta llegar al punto de que los hermanos empezaron a recluirse con tal de evitar ser objeto de burlas que sin duda, hoy serían catalogadas como bullying. De hecho, uno de los hermanos de quien había intentado volar, durante un tiempo evitó salir a la calle, para no tener que soportar a todos los pseudo comediantes que se le acercaban para molestar.Lo mismo le pasó a las generaciones posteriores. Infociudad pudo dialogar con dos descendientes del protagonista de la leyenda, que por pedido de sus padres no dieron sus nombres. Solo por esta ocasión, las llamaremos Ana y Jacqueline.“A mí en el secundario todo el tiempo me preguntaban ‘¿Qué sos de los que volaron?’. Y cada profesor que entraba, decía ‘¿Saben que ella es Meretta?’. Era algo que te rompía mucho las pelotas” expresa Jacqueline. “Ahora ya lo tomo como chiste” agrega.Ana, por su parte, sostiene: “me ha pasado un montón de veces de irme de vacaciones con amigas, y cuando decía el apellido me decían ‘¡Vos sos de los que volaron!’. Desde que fui chiquita, hasta que me recibí, me jodió un montón. Después cuando uno va creciendo cambia, porque sabe que también hay un montón de mentira y un montón de verdad“.Tal como relata Ana, al cuento se le fueron agregando muchas mentiras. De hecho, a la historia del molino, en general se le solía sumar la historia del pueblo cerrado. Esta leyenda, cuenta que supuestamente el padre de los Meretta, un día envió a uno de sus once hijos a comprar pan al centro de nuestra ciudad. Cuando el niño llegó a la vía, vio que la barrera estaba baja y automáticamente giró sobre sus talones. Al llegar a su casa, expresó que no había podido comprar el pan, ya que el pueblo estaba cerrado.Esta historia existió, pero lo que siempre se omitió es que en realidad, el protagonista no era Meretta, sino que era miembro de la familia que vivía en el campo de al lado. Sin embargo, el hecho de portar un apellido reconocido, y la montaña de cargadas que ya sufrían los Meretta, hizo que el menor quede exculpado y la historia sea adjudicada a quienes ya estaban en el ojo del huracán del acoso. Lo mismo ocurrió con otras historias que incluyen tractores y sulkys, en las que no participó la familia, pero que igual aparecieron como protagonistas.Algo similar sucedió con el Gato Peters, el reconocido comediante y payador. En una de sus visitas a nuestra ciudad, se contactó con un familiar lejano de los Meretta, quien le contó la leyenda como la contaban los gilenses: distorsionada. Cuando Peters abandonó San Andrés de Giles, la historia le quedó resonando y finalmente la grabaría en su próximo cd.Nuevamente, el bullying volvió a golpear a la familia, pero ya no a nivel local, ni regional. Ahora personas de todo el país escuchaban la leyenda. Esta situación generó tanta ira, que los Meretta consideraron seriamente iniciar acciones legales. Aunque finalmente desistieron, la bronca seguía presente como un tumor casi imposible de extirpar.“Esto de escuchar al Gato Peters hablando de nosotros, cuando sabés que la historia es super personal, y hay mucha mentira, te da mucha bronca. Sobre todo porque no consultó, no sabía cuál era la verdadera historia y encima lucró con nosotros” detalla Ana. En la misma línea, Jacqueline agrega: “yo no podía creer que el mismo familiar se te cague de risa, contándoselo al Gato Peters“.La vida después del acosoSegún Jacqueline, la clave para poder sobrellevar esta situación fue tomar los palazos recibidos, para transformarlos en nuevos chistes: “si dicen que los Meretta somos todos locos, yo uso la patente. Entonces en mi trabajo, por ejemplo, hago que todos se caguen de risa. Ante el cuento, por ejemplo a veces digo ‘salió mal. Pero si hubiera volado, hoy seríamos millonarios y no tendríamos que trabajar’“.Pero más allá de que Jacqueline ha logrado encontrar una respuesta que evite dañarla, no todos lo han llevado de la misma manera: “hay algunos que no lo tienen muy elaborado. Es más, sé que algunos se han ido de asados, enojados por que alguien empezaba con las jodas” relata.Chistes entre grandes con víctimas infantilesA lo largo de los últimos 70 años, primero Giles, luego la región y finalmente distintos puntos del país, convirtieron en objeto de burlas a un nene de once años criado íntegramente en el medio del campo.Aunque en los últimos años las nuevas generaciones dejaron de repetir la historia, lo cierto es que sigue presente. Al momento de hablar sobre la leyenda, Jacqueline opina que hay poner todo lo que pasó en contexto. Cuando las burlas se repitieron, nada se hablaba sobre la inclusión, ni sobre la violencia del bullying. Sin embargo, hoy la situación es distinta. Los paradigmas actuales nos invitan a repensar el pasado y transformar aquel salto en el molino en una oportunidad para transformar la manera de relacionarnos con los demás.    

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