


En este sentido, explicó que esta dura situación llevó a que los dueños se desprendieran de la propiedad, recién recuperarían años más tarde, para volver empezar de cero. “‘Su sueño -dice Lucas- era volver a darle vida a este sentido lugar familiar’. Sus ideas fueron heredadas, no llegó a ver la obra completa, pero sus hijos aprendieron a salir de la condena del olvido y ostracismo de aquél páramo” escribió Tomaello.A partir de ese momento, detalla la redactora, CT & CIA volvió a crecer: “de pronto, empezó a haber una demanda que generó la oferta. Se entusiasmaron con la idea de jugar a que tenían un restorán y en un mes cumplen 10 años“.Con respecto a la actualidad del local, expresó: “se convirtió en restaurant familiar, para encontrar algo más que un plato de comida. Preservan el ambiente rústico, acogedor y familiar de la zona, con recetas típicas y platos autóctonos. Se pueden ver los libros contables que datan de 1885. El criterio de los Coarasa contagió al resto y la zona se convirtió en polo gastronómico atendido por empleados locales“.El PentágonoFlavia Tomaello también visitó la estancia El Pentágono y comentó: “es un hallazgo de auténtica experiencia de turismo de estancia en la que sentís que va a tu casa“. Además, agregó: “la recorrida permite deambular plantaciones con soja, maíz, trigo… Las caminatas imbuyen en la serenidad del lugar y promueven el avistaje de la fauna autóctona“.Casa GalloAl momento de hablar del local de Cucullú, sostuvo que “se impuso con la tradición de los hermanos Jorge y Bartolomé que a fines de 1800 se instalaron en un paraje parecido a su pueblo, Cuneo, en el Piamonte de Italia“.Con respecto al diseño del lugar, contó: “hace tres años, el heredero, Rodolfo Gallo, reinventó el espacio. Recreó el almacén dotándolo de recursos de vanguardia (como la propuesta de productos vegetarianos o celíacos, o encurtidos únicos), pero conservó toda la delicadeza de la historia“.Por último, opinó: “comer en su patio interior, mirando al molino de origen alemán, transporta en el tiempo. Su gastronomía es simple, auténtica y con pequeños toques de chef que se precia“.La nota cierra contando la historia de la Posta de Figueroa y destacando el valor turístico de Solís y Villa Ruiz. “Todo esto sucede apenas a una hora de Capital, lo que permite una jornada que derrumba el espíritu con la imponencia del atardecer. Un sitio que imprime, como en la yerra, ánimo de volver o de quedarte” concluyó la cronista.