IX
EL SUEÑO DE IVÁN RESAACUn fondo negro encuadra la escena. Iván Resaac está al lado de algo que se parece a una balsa de madera. Con una soga atada al cuello la arrastra hacia delante. Viéndose hacer un gran sacrificio, tira de la soga con orgullo, a pesar del esfuerzo. De repente, y llegando desde arriba, una desproporcionada mariposa amarilla y negra se posa sobre uno de los asientos de la balsa. Iván Resaac se percata de ello, sin embargo, y restándole importancia, continúa el arrastre de su balsa reforzando el empeño. Producto del aleteo de la gigantesca mariposa, uno de los costados visibles de la pequeña embarcación queda vedado. Al descubrírsele de nuevo, la balsa ya no es balsa sino un ataúd vacío al que le falta la tapa. La mariposa todavía permanece posada dentro, pero ahora sobre una barra fija a mitad del cajón, trazando una línea transversal a la de los pies y la cabecera. Pertinaz en su acarreo, y sin haberse apercibido del cambio, Iván Resaac sigue tirando de la soga con vigor. Momentos después, la mariposa alza vuelo y toda la formación se clava en seco. Desarticulado por el chicotazo, y tras el posterior e inútil intento de unos tirones que reestablecieran el acarreo, Iván Resaac se vuelve hacia carga con curiosidad, cediendo toda la tensión de la cuerda. Puesto a indagar el interior, de lo que no se entera, es un ataúd, con gran sorpresa encuentra dentro una imagen de la Virgen de Luján. Tomándola entre sus manos, va a colocarla detrás, en el piso. Ya libre de lo que parecía haber frenado la marcha, Iván Resaac vuelve tensar la cuerda consiguiendo arrastrar con éxito toda la formación de nuevo. La arrastra pleno de suficiencia, con esmerado tesón, hasta que, a pocos pasos, curioso, ve toparse con algo pequeño en el camino. Asombrado ante lo que ahora le impide seguir, se agacha a tomarla; mirándola con gran sospecha, esta vez la imagen es morena y tiene el manto azul. Vuelve la vista hacia atrás, y tras un gesto de entendimiento, Iván Resaac se da cuenta que la imagen de la Virgen que ahora tiene en sus manos debe ir colocarla en compañía de la otra que dejó a la zaga. Desandando sus pasos, llega a la par de la Luján, dejando esta otra imagen en el piso, igualita en tamaño, pero de tez morena y de manto más oscuro. Encaminándose de nuevo hacia adelante, empieza a tirar de la cuerda. Complaciente y satisfecho de poder continuar, a poco andar, nuevamente se encuentra con la imagen que momentos antes había dejado atrás. Algo molesto, vuelve a ejecutar la acción de llevarla adonde la había dejado, junto a la otra. Pero, a poco de haber reanudado, ¡otra vez la imagen de la Virgen morena le vuelve a interrumpir el paso! Entonces, nuevamente se frena, la toma, va dejarla atrás y se encamina de nuevo… ¡Pero otra vez la imagen delante! y así sucesivamente… Agotado ante lo que parece no tener solución, Iván Resaac, resignado, llega a la conclusión que es un fastidio lo de la soga al cuello, y forcejeando ahora por librarse de ésta, tras el brusco sacudón con el que logra desanudarse, nota que lo que se había quitado y tiene en sus manos no es una soga sino un pañuelo verde…
Novela escrita por Rienzi Leonardo Curotto, ilustrada por Magdalena Uncal BassoSino lo leíste mirá el capítulo anterior: octavo capítulo