A lo largo de los últimos 45 años, en San Andrés de Giles se tuvo la sensación de que la dictadura militar iniciada en 1976 no había dejado secuelas locales. Todo había pasado allá, en la Capital, como si fuéramos una burbuja, un ente separado del resto del país.
Sin embargo, es imposible negar que la represión nos afectó. Todos los vecinos conocen los detalles de la persecución de Cámpora. Otros tantos están informados sobre el asesinato del presidente de Bolivia en el Puente de Fierro. Pero hay una historia que muy pocos conocen: la de las dos detenidas desaparecidas en el contexto de la represión ilegal.
Los Hietala
Guillermo y Reino Hietala, eran dos destacados militantes sindicales de frigoríficos y siderúrgicas de Zárate, que a principios de la década del 70 se sumaron a las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Producto de esta actividad política, en 1975 Guillermo fue encarcelado en el penal de Coronda, Santa Fe, y Reino sufrió un allanamiento en su casa de Presidente Derqui.
A raíz de esto, Reino decidió mudarse a Aristóbulo del Valle, Vicente López, junto a su esposa, su suegra Dominga Bazzana y sus hijos Silvia y Guillermo de cuatro y un año. El nuevo hogar no tenía muebles: dormían sobre el suelo, deseando no llamar la atención de sus vecinos, con el miedo de ser encontrados por los efectivos de la Alianza Anticomunista Argentina.
Luego de un tiempo, la familia logró comprar una finca ubicada en San Andrés de Giles, sobre la entrada “Maral” en la Ruta 7. Desde Finlandia, en comunicación con Infociudad, Reino recuerda: “criábamos pollos así que había que trabajar, lo hacía con gusto. También teníamos vacas, terneros, cerdos. Mientras tanto, seguía militando“. Con respecto a los vecinos gilenses, detalla: “recibimos muchísima ayuda de gente que por ahí no conocía nuestra situación. Nosotros éramos habitantes de ciudad, no éramos campesinos, entonces recibimos mucha información, comentarios. Teníamos una relación magnífica con todos“.
Su hermano Guillermo también seguía militando. Las detenciones y el acoso policial no hacían mella en su profunda vocación política. Es por esto que cuando se produjo el golpe de Estado de 1976, se convirtió en un objetivo a eliminar.
Los secuestros
Cuando empezó el año 1977, a los militantes del PRT les sorprendió que la compañera a la que llamaban “La Negra” se haya borrado de la nada. El 20 de mayo, la joven se contactó con Guillermo y con su esposa, Estela Cali, para pedirles que se encuentren con ella en Vicente López. El matrimonio asistió a la cita, sin saber lo que se escondía detrás: la Negra había sido coaccionada por un grupo de tareas que la usó para tender una trampa. Esa noche, Guillermo y Estela pasaron a formar parte de la enorme lista de detenidos desaparecidos.
“Al día siguiente del secuestro, salí a mover todo lo que podía mover. Pero para el 22 de mayo me di cuenta que había sido inútil porque había caído toda la estructura. De todos nosotros, quedaron dos compañeros” relata Reino. “Hice todo lo posible por ayudar, pero la represión tenía información que yo no creía que podía tener” En relación a este último punto, confiesa a Infociudad: “No confiábamos en que supieran que estábamos en Giles. A diferencia de otras experiencias, en las que la represión conseguía la información y a la brevedad actuaba, en esa oportunidad ellos prepararon extensísimos operativos y acumularon información“.
Cuando Reino salió del campo para alertar a los demás compañeros sobre lo que estaba pasando, otro grupo de tareas arribó a San Andrés de Giles y secuestró a su madre Hanna (65) y a su suegra Dominga (68). El operativo se hizo adelante de los hijos de Guillermo y Reino, que fueron llevados por los secuestradores a un horno de ladrillos cercano. Comúnmente, cuando se realizaban estos operativos, un oficial se escondía para esperar a quienes no estaban en la casa y posteriormente secuestrarlos. Si Reino se salvó fue porque en esa oportunidad no se contaba con el personal necesario como para llevar a cabo la maniobra.
El mismo día también fueron detenidos en Zárate Ítalo Américo Cali (50) y María Esther Fillippi (46), suegros de Guillermo Hietala. “Todo parece indicar que los detenidos fueron trasladados a Campo de Mayo” sostiene Reino ante este medio.
Cuando Reino tomó conciencia del panorama desolador que lo rodeaba, concluyó que si quería seguir con vida, debía escapar de Argentina. La primera decisión fue mudarse a Capital Federal, donde consiguió hospedaje y un trabajo que tenía como remuneración un salario que ni siquiera podía ser catalogado como de subsistencia.
“Cuando allanaron la quinta de San Andrés de Giles, quedamos en la calle sin ropa, sin documentación, sin dinero, sin nada. Eso nos demostró que no hay situación de la cual uno no pueda salir. Siempre existen salidas. Hay que actuar, haciendo uno puede salir” declaró a Infociudad.
Desde ese momento, empezó a ahorrar y en 1978 se fue a Brasil. Allá se contactó con algunos familiares que vivían en Finlandia. Ellos se ocuparon de conseguirle un pasaporte, y al poco tiempo aterrizó en Helsinki.
El lugar de la familia
En todo momento, los hermanos Hietala fueron apoyados por su familia: “mi madre y mi suegra nos querían mucho, entonces se adaptaron a nuestra situación de militancia. No eran militantes, eran abuelas que cuidaban a sus nietos, que criaban a sus chicos“. En este sentido, Reino opina: “la desaparición de nuestros familiares se corresponde a que los milicos estaban convencidos de que la generación anterior había sido la culpable de que ésta generación haya salido revoltosa. Ellos pensaban que era algo que se daba desde la cuna“.
Los responsables
“La causa judicial avanza muy lentamente, pero avanza” declara Hietala. “Por testimonios pudimos conocer por lo menos el nombre de una de las personas que estuvo en la quinta y que fue con frecuencia“.
La investigación también sacó a la luz un dato sorprendente. El operativo montado en nuestra ciudad fue organizado por el general Omar Riveros, la misma persona que años antes le había impartido clases de termodinámica a Reino. El militar fue condenado en 2009 a cadena perpetua por otros delitos de lesa humanidad.
La vida después del terror
Reino Hietala hoy tiene 80 años y sigue viviendo en Finlandia. Desde allá, sentencia: “El odio es una herramienta muy mala. Destruye más a quien la tiene que al objeto del odio” Y agrega: “no creo yo poder ser juez. Entonces yo no condeno, ni podría condenar. Lo que sí hago es exigir justicia. ¿Cuál podría ser mi posición personal? ¿Querer venganza? No, de ninguna manera. No quiero venganza, quiero que haya justicia“.
En 1995, el ex militante del PRT volvió a nuestra ciudad acompañado de su familia: “en ese momento me encontré con una mujer que había sido vecina nuestra. Cuando nos vio y nos reconoció, se puso a llorar de emoción porque pensó que nosotros también estábamos desaparecidos“.
A pesar de la distancia, el recuerdo del horror sigue vivo: “esta fecha y el aniversario de los secuestros son fechas muy pesadas, las tengo presentes todos los días. Aún recuerdo cuando el 24 de marzo salí a la calle y veía pasar a los camiones del ejército, a la marina y la aeronáutica con armamento pesado. Esa imagen del 24 de marzo es una sensación que me queda para siempre“.
Pero también sigue viva la emoción: “después hay otras imágenes que me quedan. Por ejemplo, cuando se cumplieron 30 años del golpe estuve en Buenos Aires y participé en la manifestación. Fue la demostración de que los sacrificios realizados no habían sido olvidados, y que el afán y la necesidad de justicia siguen vigentes en las nuevas generaciones. Me puso muy contento descubrirlo“.