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Mateo Archiopoli: “Hay muchos George Floyd en el mundo”

El absurdo asesinato de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis (EE.UU) y las protestas y disturbios consecuentes al hecho, muestran la otra cara del país del Norte. Una cara distinta a aquella que se nos presentó como “El sueño americano”, esa ideología que promete a los individuos la prosperidad y la movilidad social ascendente basándose en los conceptos de libertad, igualdad, derechos civiles y oportunidades para todas las personas independientemente de su clase social o de las circunstancias de las que provengan.Una sociedad ideal donde se privilegian el mérito y el individualismo, suena lógico… tan lógico como utópico, porque, ¿acaso vamos a negar que una porción sustantiva de la sociedad es marginada, discriminada, abusada y relegada en sus derechos? Deberían aclararnos de antemano que ese “sueño americano” no es para todos, sino para algunos, y es ahí donde me gustaría introducir el concepto de “privilegios sociales”.Sin ir más lejos, el término data del año 1910, cuando el historiador y sociólogo estadounidense W. E. B. Du Bois publicó el ensayo “The Souls of Black Folk”. Allí escribió acerca de la discriminación racial y la posición de sometimiento que sufrían los afroestadounidenses por parte de sus compatriotas blancos.Esto significa que hay grupos de personas que tienen ventajas sobre otros, lo que provoca que exista la desigualdad social. Esta desigualdad es real, la discriminación es real y también es real el hecho de que no todos partimos de la misma base y eso incide en nuestras oportunidades futuras.Sin dudas no se trata de un problema exclusivo de la sociedad norteamericana (aunque al ser la principal potencia económica, militar y cultural de occidente es un modelo a seguir para muchas naciones). Hay muchísimos George Floyd en el mundo y no tenemos que ir muy lejos para ver casos similares. Nuestro suelo está repleto de casos en donde las fueras institucionales actúan con desprecio hacia ciertos sectores de la sociedad, generalmente vulnerables y vulnerados.En pleno siglo XXI lamentablemente seguimos diferenciando y juzgando a las personas por su color, género, condición social, peso, elección sexual, etc, etc, etc. Sin embargo nos hemos vuelto cada vez más intolerantes a la intolerancia, las personas cada vez soportamos menos las injusticias y ya no nos quedamos quietos al ver el espantoso espectáculo del odio sin sentido. Estamos en un mundo donde todo es registrado, y es así  como podemos enterarnos de cosas que antes pasaban desapercibidas, como esa rodilla en el cuello de una persona que suplicaba por respirar y que provocó el impacto necesario para que nos levantemos reclamando justicia.Tenemos la fortuna de pertenecer a una generación de la historia que se hace grandes preguntas. Está en nuestras manos el poder de comprometernos y de plantearnos en qué mundo queremos vivir y qué tipo de sociedad nos interesa construir de cara al futuro.Lo que resta por ver es cuál es esa respuesta y qué proponemos para realizarla.

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