Por Sofia Stupiello
Los perros que conviven en las calles que recorremos todos los días ya se volvieron parte del paisaje cotidiano. Por supuesto que no son todos iguales, están los que son alimentados cooperativamente por todo el barrio, los que son golpeados y desplazados, esos que conocen la violencia humana desde siempre. Están también aquellos que sufrieron el aburrimiento de sus dueños irresponsables y el posterior abandono a la desgracia de vivir en la calle. La peor parte se la llevan los vecinos que son atacados y mordidos en plena vía pública.Es tan cotidiano el abandono animal que ya nos mal acostumbramos a ver todos los días perros y cachorros tirados como si fueran descartables. Sus fotos recorren las redes todo el tiempo. Allí están gatos y perros de todo tamaño y color. Lo único que tienen en común es su mirada triste.A pesar de conocer desde temprano las peores cualidades del ser humano, también saben de esperanza. Son muchos los vecinos que se solidarizan desinteresadamente ante tanta crueldad. Son cientos los gilenses que comparten cada publicación para ayudar a las víctimas de la desidia humana. Detrás de cada pedido de adopción hay un grupo de personas que no dejan de moverse para cambiarles sus vidas. Buscan medicamentos, golpean puertas, piden tránsito, les consiguen familia, van de una veterinaria a la otra, gestionan donaciones, proveen de alimento, los llenan de amor.Sin embargo, la problemática excede estas acciones individuales. Cada día es peor: hay más perros en las calles. Ana Croci Russo es una de las tantas vecinas que no es indiferente a la situación. Para ella, el número de animales abandonados ha crecido en este último tiempo. “Tiran cachorros recién nacidos, algunos son imposibles de salvar porque necesitamos criarlos a mamadera y no conseguimos tránsito, requieren mucho cuidado y no damos abasto”, aclara y explica un lamentable caso de las ultimas semanas: “algunos son abandonados en las cercanías de las veterinarias. Hace poco se nos murió uno, luego de ser llevado por su adoptante a un control y que el veterinario le dijera que necesitaba internación. Recibió transfusiones de sangre, sufrió un montón y no pudimos salvarlo, muchos colaboraron pero no pudimos.”Ana confirma que no es la primera vez que pasa. “Son como juguetes descartables para ellos”. Sostiene con firmeza que “el que no sabe cuidar, no debe tener. Debería haber un registro de malos adoptantes”. Además, explica que la gente “necesita tomar conciencia que lo que hacemos nosotros también lo pueden hacer ellos”.La problemática, además de interpelarnos ética y moralmente, forma parte de una de las demandas más recurrentes de los vecinos de la ciudad. La cantidad de publicaciones en redes sociales de vecinos atacados y mordidos demuestran la ausencia de una regulación para esta problemática que nos afecta a todos como gilenses.