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La industria llegó al campo

La industria por dentro.
Por Felipe Sosa
Primer miércoles de diciembre, tres de la tarde. Los casi 30 grados se hacen sentir bastante, más aún cuando uno agarra un camino de tierra que deja en evidencia la falta de lluvia en la zona rural. Afortunadamente, una vez que llegué al lugar de la entrevista todo cambió. Unas hermosas oficinas, por cierto muy nuevas y cómodas, donde la temperatura era mucho más amena que la sufrida en el camino, es lo primero que se ve cuando uno llega a Avícola Espil, una empresa gilense dedicada a la producción de huevos mediante un sistema de última tecnología.Atentamente, me recibe Carlos Sueiro, uno de los socios de este emprendimiento que ya lleva 8 años y que creció y crece a pasos agigantados. Previo a incursionar en estos nuevos galpones tecnificados, su familia tuvo tambo y también gallinas ponedoras: “Hacía lo mismo que hoy, pero mucho más chico”, recuerda nostálgico. Pero todo cambió en 2009, cuando se juntó con dos avicultores amigos y, entre charla y charla, comenzó a gestarse el tema de los galpones automáticos. “Surgió casi sin querer. Nos pusimos a buscar y a mirar. Vi el primero y me quedé impactado. La idea en un principio era hacer 3 galpones, pero finalmente comenzamos con 2 y después armamos la recría”, menciona Sueiro, que los primeros dos años estuvo a la par con la producción de huevos y con el tambo, hasta que decidió cerrar este último por los problemas que actualmente sigue teniendo la actividad. Hoy, Avícola Espil tiene 10 galpones de 10mts. por 117mts., divididos en 2 nódulos, cada uno con 4 de postura y 1 de recría.El campo donde se encuentra la Avícola está ubicado a casi 3 kms. de Villa Espil, sobre el camino que va a Villa Ruiz. La verdad es que cuando uno se va acercando se queda sorprendido por la magnitud de los galpones. Y ni hablar cuando tuve la posibilidad de ingresar a ellos: son totalmente tecnológicos, traídos de Alemania. A diferencia de las granjas convencionales, que necesita una persona por galpón de 10 o 20 mil gallinas, en una tecnificada se necesita una persona cada dos galpones de 60 mil gallinas cada uno. “Se trabaja de una manera diferente, mucho más ordenada y mejor. Además, la gallina está mucho más confortable, hacé de cuenta que está en un hotel 5 estrellas. Eso te permite sacarle la cantidad de huevos que tenés que sacar”, aclara Carlos. Hasta hace 3 o 4 años, explica, se sacaba de una gallina en 85 semanas unos 360 huevos por animal. Hoy está en postura 100 semanas, es decir que ganas 15, y pone 500 huevos.A las gallinas hay que, de alguna manera, mimarlas. Para que tenga una producción eficaz es preciso que se cumplan todas las condiciones ideales en el galpón, tanto en la etapa de la recría como en la de la postura. En esta empresa gilense se respetan los centímetros cuadrados que tiene que tener la jaula (mínimo de 550 m2), la temperatura también es la apropiada (35° los primeros días de la recría) y demás condiciones que se exigen. “Siempre está la fantasía de que en la jaula de 10 gallinas pongo 12 y voy a tener 2 huevos más. En realidad, lo que haces es estropear a todas, porque pones menos alimento en el comedero, menos agua, se pican entre ellas, empieza la rivalidad y no rinden. Es todo un aprendizaje que uno va adquiriendo a medida que va creciendo con esto”, dice Sueiro.El proceso de producción comienza con la compra de pollitas bebés de 24 horas a diferentes cabañas. Llegan a los galpones de recría de la Avícola y se colocan 20 por jaula y con la temperatura adecuada. Sueiro sostiene que “es determinante que en la etapa de la recría, que dura 14 semanas, estén cómodas para el futuro de esa gallina: depende de cómo salga de la recría, va a ser la cantidad de huevos que va a poner”. Durante esta etapa las gallinas reciben todas las vacunas y se les corta el pico. Cuando sacan las pollas bebés de los galpones, los vacían un mes para asegurar que todo bicho que pueda estar dando vuelta salga, se lava todo, se desinfecta y se vuelven a usar otra vez. A esto lo llaman vacío sanitario. En Avícola Espil son muy precavidos en la seguridad e higiene; “toda la gente que entra acá, o se pone mameluco o se baña antes de entrar, inclusive al personal nuestro le damos la ropa, y la ropa de calle la dejan en los vestidores. Todos pasan por el cordón sanitario, eso es fundamental”.En cuanto al alimento que se les da a las gallinas, una parte se produce en la misma granja y otra se compra. Se les da maíz, girasol y también suplementos vitamínicos que viene preparados.Una vez finalizada la primera etapa, los animales pasan a postura, donde están en jaulas un poco más chicas. Esta etapa dura 86 semanas, es decir que desde la entrada de la pollita bebé hasta que termina su vida útil son dos años que están en la granja, y luego pasan a faena en los frigoríficos.A medida que vamos ingresando junto a Carlos por los galpones automáticos de la Avícola me va explicando cómo funcionan todas las máquinas y el recorrido que hacen los huevos por cintas hacia el empaquetado. Los 10 galpones tienen un sistema de ventilación fabuloso: muy poca en invierno, cosa de que no saque el calor pero tampoco quede viciado el aire, y en el verano bastante flujo de aire. Aparte, agrega el gilense, tienen un sistema de paneles evaporativos, que es por el único lugar que puede entrar el aire de afuera, y 18 extractores cada uno. También unos tableros digitales en los que se muestra la información detallada de lo producido en el galpón: cuántas gallinas hay, qué cantidad de huevos pusieron cada una, cuánto mililitros de agua tomaron y la cantidad de alimento que consumió, entre otras.“Aunque todo sea automático, para todo precisas gente porque hay que controlar las máquinas”, advierte el avicultor local. La recolección y la clasificación del huevo son automáticas. Luego, mediante una cinta que une todos los galpones y que pasa por los rayos UV para eliminar todo lo que es salmonela, los huevos terminan en una maquina clasificadora holandesa que los clasifica por peso, los saca al maple y al estuche. “Es decir, el huevo sale de la gallina y no tiene contacto con la gente, la que lo toca por primera vez es el ama de casa”, me cuenta Carlos.Las 40 personas que trabajan en la Avícola son de mano de obra calificada, continuamente están capacitándose. “La mayoría son de Villa Espil y de Giles, muy buenas y casi el 90% son jóvenes. Están comprometidos, se pusieron la camiseta y el laburo lo hacen bien, a conciencia. Siempre lo destaco porque en este momento muchos dicen ´la gente no quiere trabajar´ y no es así, hay gente que sí tiene ganas”, se enorgullece. A destacar que cada área tiene su encargado.En cuanto al cuidado del medioambiente, el guano que se genera en la granja se utiliza para fertilizar el campo: sale del galón, se fertiliza. “Ya compramos una máquina que hace compost de guano, te queda como un fertilizante, tierra fértil, con 15/20% de humedad, parece tierra, pero en realidad es fertilizante organizo espectacular”, agrega. “Estamos planeando todo el tema de energías renovables, que es muy interesante, el costo es alto, pero queremos incursionar, aunque todavía nos falta un poco”, dice Carlos, al tiempo que admite que el Municipio los ha ayudado prestándole las máquinas para construir el camino entoscado que una la granja con la Autovía 7.Por último, el ciclo final del huevo en la granja termina con la comercialización. Sueiro me cuenta que venden a mayoristas y que a partir del primero de enero entran en las cadenas de supermercados Jumbo y probablemente también Carrefour.Avícola Espil llegó para quedarse. Una empresa local que es ejemplo a nivel nacional y ejemplo ideal de que la industria llegó definitivamente al campo.
Primera parte.

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