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“Azcuénaga no tiene techo”

Así luce el Almacén CT y CIA hoy en día.
Lucas Coarasa es uno de los encargados del reconocido restaurante “El Almacén CT & Cía.”, de la localidad de Azcuénaga. En una entrevista en el programa Feria Americana, se charló sobre la historia del lugar, cómo es trabajar con sus hermanos, la estética de la Casa, la mirada sobre el pueblo rural y los proyectos a futuro.Infociudad: ¿Cómo nace el Almacén?Lucas Coarasa: La historia nace hace muchos años. La casa Terrén atraviesa la historia de nuestra familia de punta a punta desde 1885, comenzando por mi abuelo Rafael que se vino de España y que de muy joven trabajó y se formó en ese lugar, ahí se casó, y también nació mi papá.Es una casa histórica, que no solo atraviesa la historia de mi familia sino que la de todas las familias tradicionales del pueblo. El Almacén es uno de los tres restaurantes que funcionan en el pueblo. Hace seis años reconvertimos ese lugar con mi familia y lo pusimos de nuevo en valor; para nosotros es nuestra casa.Lo convertimos en un emprendimiento gastronómico que se llama “El Almacén CT y Cía.”. La sigla “CT” es por “Casa Terrén”. Es un restaurante de campo con una oferta diferente a la que estamos acostumbrados. Trabajamos a la carta y eso es novedoso dentro de lo que es la propuesta gastronómica bien rural.Este emprendimiento lo llevamos adelante con mis diez hermanos prácticamente sin saber nada de gastronomía. En los comienzos era una propuesta sencilla ya que no estábamos en el tema de la comida, no sabíamos prácticamente nada más que lo propio por ser comensales.IC: ¿Cuándo se transforma ese lugar en un restaurante?LC: Eso nace como una idea de mi viejo, un poco el que fue a reescribir la historia de ese lugar. A principios de la década del ´90, la Casa entra en un proceso de desarme y de quiebra muy complicado, fue una época muy dura para los pueblos. En esos tiempos la Casa se remata y el edificio, que es una manzana entera, se lo queda Cargill.En un tiempo Cargill pone en venta al edificio y mi papá compra esa propiedad, motivado por una cuestión sentimental enorme porque él nació ahí. Pero, al pasar el tiempo, lo que era un divague de sobremesa fue tomando color. Él siempre quiso poner una casa de comidas, siempre le gustó comer en familia, con amigos, pasar buenos momentos en torno a la mesa.Fue pasando el tiempo y se nos iban poniendo piedras en el camino porque papá fallece inesperadamente a mediados de la década del ´90. En ese momento era imposible sostener un emprendimiento gastronómico porque no nos iban a visitar ni nuestros parientes, los caminos estaban muy deteriorados, era muy difícil ir hasta Azcuénaga, no era atractivo. Cuando el contexto cambió, comenzamos a recibir ese desborde de gente de los grandes centros urbanos de Capital Federal y Gran Buenos Aires que empezaron a ver alternativas de un turismo distinto.Entonces, en el año 2010, se hizo el sprint final de la mano de mi hermano mayor Enrique junto a Juan Manuel y Mariana que fueron un poco los que se pusieron al hombro este proyecto y largamos en el 2011 sin saber nada de gastronomía, con algo muy chiquito y después con el tiempo fuimos creciendo.IC: ¿Es sencillo trabajar en familia?LC: Nosotros somos un caso muy particular porque somos muchos, no solamente estamos los hermanos sino que también en el equipo están las esposas y las esposas que están y bancan, te diría que son más del 50% del apoyo moral y logístico que no dejan de ayudar.No es que nos llevamos perfecto, tenemos visiones diferentes, a veces nos puteamos pero cada uno se fue acomodando en el sector del negocio que más cómodo le quedaba. Mis sobrinos ayudan mucho también; cuando está mi hijo Simón me ayuda en la recepción. La idea es esa también, transmitirle a los que vienen atrás de nosotros esa cultura del trabajo.IC: ¿Cómo controlan el tema de la estética? ¿Qué opciones tienen para el futuro?La primera tiene nombre y apellido, se llama Alejandra Stupiello que es mi cuñada y es una genia. Es la madre de todo lo que tiene que ver con la estética del restaurante.Estoy convencido de que Azcuénaga no tiene techo, tenemos mucho por aprender y muchísimo más para crecer. El pueblo hoy en día está viviendo una segunda oportunidad histórica. Tuvo épocas de oro en las primeras décadas del Siglo XX con el desarrollo de lo rural, con el ferrocarril y la Casa Terrén, que era un negocio muy importante.Hoy Azcuénaga está creciendo demográficamente como pueblo, porque hay gente que está comprando lotes en los alrededores. En cinco años la fisionomía del pueblo no va a ser la misma, intentamos que se mantenga cierta estética del pueblo y que se crezca en forma ordenada porque eso es importante desde el punto de vista de la urbanización.Es muy importante para nosotros como actores de ese crecimiento, más que nada la formación. También es muy importante el papel del Estado, que el municipio entienda que Azcuénaga es un lugar distintivo del partido de San Andrés de Giles que puede convertirse a futuro en una bandera como si fuera una marca.En nuestro imaginario la idea es ampliar el negocio hacia lo que es la hotelería y hacer más fuerte nuestra propuesta gastronómica. También estamos viendo la venta de productos regionales con un local anexo al restaurante como para poder generar más alternativas de trabajo para gente que pueda elaborar cosas y nosotros podamos venderlas.El último censo dio que Azcuenaga tiene 350 habitantes, y por fin de semana se acercan 900 o 1000 personas con ganas de consumir ruralidad, quesos, salames, artesanías; hay un montón de oportunidades lo que pasa es que la oferta no está ordenada, por eso te digo que el Estado debe advertirlo y actuar en consecuencia con programas de capacitación o con la intervención directa para fomentar espacios que permitan motivar a los que hoy no se animan o no interpretan que hay una salida laboral sustentable en eso.

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