De los cuadernos de un joven mozo y cantautor de un pueblo de provinciaPor Leonardo Curotto
Dicen…donde está la Providencia, aparece la mano de Dios. Y miren, aquí, por estos lados, donde Dios no la anda metiendo mucho, celebramos siempre cuando con la punta de sus dedos nos brinda una caricia.¿El caso? Debía hacer una canción. Sí, una canción. No me acuerdo a quien le oí decir que Gardel sostenía que el hacer canciones es uno de los vicios más nobles que puede llegar a tener una persona. Bueno amigo lector, me declaro entonces…un vicioso; un vicioso noble, por supuesto. Ahora bien, desandando un poco el camino de las definiciones – y ya, con ánimos de perdonarme un poco – podría decirse que uno ha adquirido con el tiempo, el hábito de vestir con acordes algo que ha escrito. Lo de vicio o no, más bien revestiría el carácter moral de la cosa y ¡guarda!, a no confundir hábito con costumbre pues, creo yo, esta práctica, como otras de su misma especie, responden más a una tendencia instintiva cuanto menos al modo o manera de obrar de cierto grupo de personas. ¿Le decía? Este…sí, antes de pulsar la guitarra necesito como primera pieza de armado tener una letra ya escrita. ¿Que por qué hago canciones?… ¡Ay ocupado lector! Pues, ¿por qué canta el pájaro? Qué se yo. El caso es que necesitaba hacer una canción. Pasado cierto tiempo, luego de haber terminado la última que uno hiciere, uno siente la necesidad de una nueva y, como no hay nadie quien a uno lo corra, la presión, digamos, mmm… varía según las potencias de esta fuerza instintiva. Y esto funciona casi como un capricho; viene como un susurro disperso entre las neblinas de la conciencia y se instala en un latir in crescendo ¡en vaya a saber qué anales! que culminan en estrépitos abrumadores. Y uno la quiere, y se emperra y hasta llegar a usar a Dios para que de encargue le mande aunque sea el primer verso. Dicho sea de paso, Rainer María Rilke afirmaba que el primer verso es dictado por los dioses y los siguientes, bueno…varían más o menos según la mano del Poeta. Ahora bien, no soy de conformarme con la primer bartolada que se me pase por las mientes, máxime, si el único a quien tengo que rendir cuentas es a mi oído. ¡Ay, cuántas vueltas daba en la madrugada! ¡Siempre allanando terrenos transitados o lugares cenagosos y un irse a dormir insatisfecho, intranquilo y hasta inseguro por si esta nueva canción al fin jamás apareciese!Era sábado por la noche. Cerca de la una de la madrugada…bah, recién empezaba a ser domingo y yo había vuelto de trabajar. Me acuerdo estaba en el jardín de casa, los abuelos dormían; ¡Ah!…Por cierto, trabajo de mozo en un restorán de pueblo de provincia, tengo…veintilargos y resido en casa de mis abuelos, también situada en el pueblo. Vivo con ellos, con mis abuelos y también con mi tío… ¿En qué estaba? Ah… conque yo en el jardín de casa cortando con la mano algunas ramitas secas de una rosa… Bueno. Tenía ganas de salir. No hiciera mucho tiempo atrás, terminaba yo de hablar con los muchachos que me habían dicho que vaya a no sé qué fiesta donde ellos estaban. Le soy sincero, no iba a gastarme toda la propina en un remís para ir a un cumpleaños que poco prometía y menos, esperar a que mi tío llegase, a ver – si en una de esas – me prestaba el auto para que así yo saliera y pudiera tomarme como cualquier persona decente, y no de garrón, un par de tragos. ¿Los muchachos? Borrachos todos, y más si se trata de ir a buscar a un seco que anda a pata… ¡Noche de clausura!Me acuerdo, yéndome a dormir revisé – con los ánimos abatidos – mi teléfono celular y ¡oh sorpresa! Me encuentro con un mensaje encantador; ¡la foto de una remera que hacía años le había regalado yo a una de mis novias más queridas! ¡Ay! ¡La bendije al instante! ¡Habían pasado casi seis años de no querer las circunstancias regalarnos un rato a solas y, con los fugaces encuentros visuales que a veces nos regalaba la vereda, ella aún seguía gustándome!…Casi no tardé en responderle. Mensajeándonos, supe no hacía mucho tiempo ella había puesto fin a la relación que por ese entonces tenía con su actual pareja, que el proyecto familiar con él se había desinflado en corto tiempo, que siempre me tenía en cuenta, que nunca me había dejado de querer y no sé qué otras bellas mentiras. Lo cierto es que ambos queríamos salir juntos; pero, sin un auto, ella se negaba rotundamente. La vida en un pueblo de provincia es, por lo general, apacible… ¡Vamos! ¡Es aburrida! Y una de las cosas más negativas, es que uno no puede andar echándoselas así nomás pues, te conocen y el apetito de la curiosidad por la vida ajena llega hasta ofrecer dinero por saber algo del otro. Demás esta decir; si no se sabe, se inventa.El “hecho social” aquí es tan atroz, que puede torcer el destino del más fiel a sus propios designios.Pero dejemos esto. Sin un auto, la noche seguía igual. A la cama derecho.Mire el reloj. Dos y media de la madrugada. Supuse que mi tío a más de las tres no tardaría en llegar de la timba. Así que, debía entretener a mi enamorada. Tres y cuarto y ya suponía que todo había sido una mala burla del destino. Ahora, en la calle, sentado en el umbral de la puerta de casa, divisé – y como por milagro – cómo por la esquina del acierto, dos faroles encendidos anunciaban el regreso de mi tío. Fueron tres palabras: <<Tio, mina, auto>> y como un cometa salí en busca de mi amada mientras que por teléfono le avisaba que no tardaría en llegar a su encuentro.Y nos fuimos. Rajamos, sin plan, ¡qué importaba! Después de tanto y tanto asombro, alegres, risueños y divertidos, acordamos visitar un pueblo cercano al nuestro. ¡Ay! ¡Para qué contarles! La velada fue mágica… ¡Había pasado el tiempo y nos parecía que todo era como siempre…con nuestras bromas, nuestras cosas, y una oleada de besos y manos que se enredan por tanta distancia que logró separarnos y que el recuerdo, a su paso por los días que siguieran, pugnaba aún por mantenernos cerca! Y el amor, el amor…El amor, el amor…El amor…El amor.Pero… Es como rezan por ahí: todo lo que empieza, termina. Y aunque no nos guste y levantemos un mundo en contra de esta fatalidad, irremediablemente hay que aceptarla. Aquella lucecita que nos unió esa noche, y que fue encendida por vaya a saber qué ventura celeste, fue cubierta por la sombra de los seis años que sí nos habían cambiado. Y pasó lo inevitable…Días después de este encuentro, comenzamos a aburrirnos. Supimos que ya poco y nada teníamos en común, que no había nada de qué hablar y que noches atrás, aquello que tan íntimamente en brazos nos unió, quedó como el calor, disuelto en el aire… A veces me gusta pensar que quizá con ese calorcito logramos encender una estrella… ¡Vamos! Nunca funcionamos juntos. Sino a la distancia. La concreta cercanía y el curso normal de las cosas también soplaron en pos de apagar lo que aquella madrugada consiguió juntarnos. Ni se imaginan lo que sufrí. Elevarse uno hasta el cielo, durar un ratito, querer atrapar, atar con una soga un presente de plenitud y dulces sensaciones, ¡Ay! Pretender detener el tiempo para que la felicidad a uno no se le escape por entre los dedos ¡Ay! ¡Cuánto uno lo siente! ¡Cuánto uno lo sufre cuando vienen los días de realidad desoladora! …Sabía que debía ser así, pero no con ello se calma lo que se siente. Recuerdo que mientras viajábamos yo le decía a ella que viviéramos aquello como si fuera un hermoso sueño, puesto que nada podía asegurar cuánto tiempo aquello, como nosotros mismos, en tal estado durásemos. Y nos pasa a todos…intentando alargar la dicha, inevitablemente planeamos luego esperar vivir y ¡uf! mecánicamente sentamos la bases en un mutuo acuerdo olvidándonos casi como por completo del hoy, del ahora. Y yo, como siempre, no podía prometer nada. Sin un mango, siquiera al menos podía engañarla…Pero ¿A qué tanta tristeza? ¿No era que necesitabas una canción? ¡Y esto es lo maravilloso de la vida! Es que hay cosas que uno quiere y no tiene de idea de cuánto cuestan, ¡De cuánto valen!…He aquí la historia, el estreno de nuevas sensaciones y mi canción ya escrita, gracias a Dios y todo por un noble vicio… Te escapaste de los díasQue venías sintiendo vacíosTe escapaste de los días grisesY como una rosa del desasosiegoMe dijiste que ya no podías con vosQue sola,Ya no podías…Y me buscaste para que escapásemos juntosPara huirY escaparte conmigo;A encontrar un rayo en solque por fin te alumbrara…¡Cuánto te acecharonlas tinieblas del bosque!…Cuando decidiste tomarme la mano…¡Y fuimos juntosA escurrirnosA ningún lugar!¡Cuánto!¡Cúanto!…Tanto que fue precisoque vuelvas,que vuelvas al vacío gris…(-)¡Viajé con vos!Solamente cuando el deseoTe atravesó…¡Y lograste librarte al fin!De las vanas razonesQue siempre nos habían distanciado…¡Viajé con vos!Solamente cuando el deseoVino con la ilusión a embriagarte¡Y lograste despojarte al fin!De los largos prejuicios vanosQue han sabido siempreDistanciartede mí…Alonso Pegüella.