Cada 24 de diciembre centenares de niños de nuestra ciudad se reúnen en el “Campito de Papá Noel” (España y Colectora). Cerca de las 21 horas comienzan a sonar las campanas que anuncian su llegada. Se impacientan, sonríen y celebran que Papá Noel les entregue su regalo.Hace 23 años Néstor Pinca se convirtió, casi por accidente, en la figura de Nochebuena. Corría la navidad de 1992 y en la casa de al lado un familiar entregaba regalos a los pequeños vecinos con un disfraz de papel crepe. Néstor se lo pidió prestado: “Entonces me puse el traje, unas botas pampero y salimos con mi familia en nuestro Renault 12 a entregarle el regalo a Matías, mi ahijado”. Al regresar a su casa, notaron que de tanta emoción nadie había agarrado llaves. Afuera, mientras intentaban entrar, Néstor es sorprendido por varios niños del barrio que llegaron corriendo y exclamando “¡Papa Noel, un regalito!”. Apenas lograron entrar, les repartió paquetes de garrapiñadas y turrones. “Me quedé tan mal por tener solo eso que me dije: el año que viene lo hago bien”, recuerda.Desde entonces, cada navidad prepara, junto a su esposa Victoria, el parque de su hogar para recibir alrededor de 200 niños. Durante la tarde del 24 los familiares se acercan a su casa a dejar los regalos que luego serán entregados por el mismísimo Papá Noel. “Le hago toda una puesta en escena con pasarela para que Néstor pueda acercarse y tener mayor movilidad al entregar los regalos”, explica Victoria. “Cuando digo su nombre y apellido suben contentos”, agrega él.Años anteriores Papá Noel llegaba en sulky, pero el 23 de diciembre pasado el plan falló y Néstor tuvo que conseguir a último momento su transporte de Nochebuena: “Iba por la Rivadavia y me encontré a Fernando Olano con su carro. Cuando paré y lo invité, no te podes imaginar su emoción”. Además, cuenta entusiasmado que le adaptó una batería para pasar música. “Tengo villancicos, luces y globos”.Mientras Papá Noel se prepara en algún escondite, Victoria es quien presencia la espera de los niños. “Yo no tengo nada que ver con Papá Noel –le explica a los más curiosos- solamente le presto el campito porque una vez pasó y le gustó el lugar”. Además, relata sonriente, lo esperan a observando atentos para arriba, “mirá, aquella estrella se movió”, exclaman ansiosos. “Cuando escuchan el cencerro acercándose, empiezan a festejar”, explica Victoria.“Esto es como una empresa” asegura Néstor cuando le preguntamos sobre la organización. “El regalo debe tener el nombre bien grande porque con la máscara no puedo ver mucho, después los anotamos todos en una lista y los contamos antes de embolsarlos”, describe mientras Victoria admite que tiene terror a que falte un paquete.“El eterno problema que tengo es que mucha gente quiere regalar lo mejor, obvio, pero acá no pasa por el regalo”, afirma y reflexiona “si vos le regalas a uno una bicicleta no le puedo entregar a los demás un muñequito”, por eso recomienda siempre “dejar los regalos grandes para el arbolito de cada casa”. Para igualar, ambos explican que arman bolsas con diferentes golosinas para agregar a cada paquete.Papá Noel también tiene un duende y una asistente que se sumaron a su recorrido navideño. Los dos pequeños lo ayudan desde la tarde a ordenar. “Los hago sentir parte, ellos van anotando los regalos que llegan y los acomodan en bolsas”, explica y agrega una frase que se repite a lo largo de la charla “no puede faltar ni un regalo”.Hace un mes atrás, recibieron al equipo de producción de “Conciencia”, el proyecto solidario de Julián Weich que actualmente produce botellas de agua mineral para donar el 50% de sus ganancias a la Fundación SI y al Hospital Garrahan. A partir del lanzamiento de un pan dulce navideño que se venderá estas fiestas para conseguir más donaciones, el equipo buscaba “historias dulces”. Elisa Carli, vecina de nuestra ciudad e integrante del equipo, recordó el dulce gesto que Néstor tiene desde hace más de 20 años. “Vinieron a grabar y a que les cuente la historia, estuvo muy lindo. Me filmaron en la Plaza Rawson y en la San Martín”, nos cuenta.Antes de irnos, se acercó con el buzón que cada navidad ubica en la esquina de su casa para recibir las cartas que los niños le escriben a Papa Noel. Confiesa, emocionado, que le encanta sentarse afuera para observar cuando llegan, llenos de ilusión, a depositar sus deseos. Victoria también nos muestra los chupetes y mamaderas que dejan los pequeños más valientes. Mientras miramos las fotos de tantas navidades en su computadora, Néstor admite que el mejor regalo que puede tener es la alegría de los niños.