Juan Cruz Gómez -joven gilense estudiante de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA y encargado de la productora Ojos de Cíclope- llevó adelante un documental en un horno de ladrillo ubicado en la localidad de Cucullú. Conocé los objetivos del corto titulado “Siempre acá”, las anécdotas de rodaje y las implicancias de este particular estilo de vida dedicado al trabajo.IC: ¿Cómo surgió el proyecto?JCG: La idea surgió a raíz de Diseño, la materia troncal que curso este año en la facultad. El objetivo era hacer un documental. Dentro de varios temas posibles, junto a mis dos compañeras del equipo, elegimos realizar el trabajo en el horno de ladrillo de Guillermo Ramírez, que se encuentra en Cucullú.IC: Al momento de pensar en el documental, ¿qué te llamó la atención del estilo de vida que implica el trabajo en un horno de ladrillo y qué optaste por mostrar?JCG: Por un lado, nos interesó mostrar la belleza fotográfica que existe en el lugar. También la idea fue transmitir lo que hablamos en la etapa de investigación con las personas que trabajan en el horno. El tema en el que se centró el documental lo fuimos desarrollando en conjunto con la gente que vive allá. Este tipo de oficio es propio de una tradición que se hereda. La mayoría son correntinos o formoseños, vinieron a trabajar al horno, se instalaron acá y formaron sus familias. Les gusta lo que hacen y lo que más valoran es la tranquilidad que tienen ahí, la paz. Una de las familias se mudó de Cucullú a Giles por cuestiones económicas y nos contaba que les costaba dormir por el ruido de la ciudad. Más allá de esto, en general, no quieren ese estilo de vida para sus hijos y les resulta difícil darles otras oportunidades a los más jóvenes. Ellos se crían todos juntos en el mismo predio, juegan en el mismo lugar de trabajo de sus padres, por lo que el horno es la primera salida laboral que tienen. A pesar de esta realidad, uno de los chicos de 15 o 16 años con los que conversamos nos contó que su proyecto era terminar el colegio para trabajar en otro lugar que le brinde mayores posibilidades de progreso.IC: ¿Cómo fue el proceso de trabajo y qué anécdotas te llevás?JCG: En primera instancia, fuimos a visitar a las familias dos veces por semana durante tres meses. El objetivo era conversar con ellos, compartir unos mates y conocerlos. Después iniciamos el rodaje que duró tres fines de semana. Previamente, les contamos qué pensábamos mostrar de su estilo de vida. Queríamos que ellos sean conscientes del aspecto que iba a tener el documental. Fueron muchos los días y las actividades compartidas en Cucullú. Algunas no entraron en el documental, pero vale mencionar como anécdota una recorrida que hicimos con los chicos del horno desde las 6 de la mañana hasta entrada la tarde. Los acompañamos a cazar liebres y caminar por el campo. Una vez terminado el proceso de edición, nos reunimos con las familias del horno y les mostramos el producto final. En ese momento, su reacción fue de sorpresa y también nos pasó que una de las familias se entristeció al ver su realidad plasmada así. Creo que son etapas del trabajo documental que hay que atravesar. Valoro que con todos ellos quedó una muy buena relación.En relación a esta pieza audiovisual -que recientemente fue presentada en un concurso internacional de cortos y documentales-, Juan Cruz concluye: “Fue un trabajo largo, pero muy bueno. El producto final me gusta mucho y estoy muy conforme por eso.”