Transcripciones de una charla con la historiadora gilense Graciela León.
El gran centro socialLas pulperías fueron establecimientos comerciales que surgieron en la inmensidad de La Pampa Argentina del Siglo XVIII. La función específica que tenían era vender mercadería diversa a aquellos pobladores solitarios que habitaban en el medio del campo, estos “comercios de época” ofrecían aguardiente, vino, quesos, fideos, azúcar, yerba y sardinas. También ropa, ponchos, pañuelos, sombreros, espuelas y hasta algún que otro perfume.En aquel entonces las pulperías eran el centro social de gran importancia; donde los pobladores de La Pampa, por lo general solitarios, llegaban al sitio que los encontraría con otras personas. Era la posibilidad concreta para hablar, intercambiar noticias, y también aprovechar el momento para jugar a las cartas, la taba o realizar alguna carrera con los caballos.Estos lugares tenían dos personajes importantísimos: el cantor y el payador. El último fue el primer cronista del Rio de La Plata al igual que los antiguos juglares españoles. El payador llevaba la noticia de pueblo en pueblo y de pulpería en pulpería. El canto en cambio permitió a la gente de este tiempo y de estos lugares encontrarse con la música y la poesía.El lugarLas pulperías eran ranchos muy sencillos, las humildes construcciones eran similares en toda la Argentina. La “reja” que era la protección del pulpero no podía faltar. La intención era estar resguardado a los ataques de algún forajido o de un gaucho mal entonado por la bebida. Algunos optaban por colocarla en el interior sobre el mostrador, otros en la puerta de ingreso. En este último caso armaban con plantas y cañas un techo para los clientes en el exterior.Solían llamarse “las esquinas” porque generalmente se ubicaban en el cruce de los caminos. Igualmente algunas se instalaban en las estancias, en las postas, y en los fortines. La marquesina era una sola: cuando una bandera roja flameaba en el techo los pobladores sabían que allí había carne para comprar. La luz del sol indicaba el horario de atención. Cuando la noche llegaba la jornada para el pulpero llegaba a su fin.El pulperoAdemás de su labor especifica de atención al público, el pulpero era acopiador. Muchos indios que estaban acostumbrados a acercarse a las poblaciones cristianas le llevaban grandes cantidades de plumas de ñandú y garzas; éste las compraba para luego vendérselas a otros que se la llevaban en carretas hacia las poblaciones importantes para hacer plumeros.Para surtir sus centros solían viajar a los pueblos ya instalados. También solían hacer tratos con los turcos que oficializaban de “viajantes” a bordo de carretas con diversas mercaderías. En realidad estos eran de raza árabe, sirios o Libaneses lo que ocurría en ese tiempo fue que los inmigrantes de origen árabe, para salir tenían que necesariamente pasar por Turquía. Ahí le sellaban todos los papeles, entonces se los generalizó como “Turcos”.Generalmente los pulperos solían tener ayudantes. Algunos los contrataban para que cuiden de los animales, mientras que otros los utilizaban para agilizar la atención del lugar. Cabe destacar también que el pulpero funcionaba como un gran asesor de servicios, los gauchos solían ponerse a disposición del pulpero para que éste les consiga trabajo.La músicaEn las guitarras de las pulperías fueron naciendo las milongas y los estilos. La músca bonaerense se encontraba en pleno proceso de composición cuando las pulperías daban rienda suelta a las creaciones artísticas valorándose con el aplauso de los presentes.En el ir y venir los gauchos iban sembrando la semilla de nuestra cultura, la semilla de nuestra poesía y de nuestros cancioneros, por tal motivo el estilo es pariente de la tonada cuyana. El carretero cantaba en el norte un aire que había aprendido en una pulpería pampeana y en viceversa. Los ritmos se fusionaban, aparecían nuevos y otros se volvían populares.Operativo levasEn aquel entonces se concebía al gaucho como el elemento haragán y pendenciero que depredaba al ganado y vagaba por las tierras. Los terratenientes se encontraban ante graves problemas: por un lado, la presencia de los indígenas y por el otro, la falta de mano de obra y soldados. Los gobiernos “provinciales” (los territorios provinciales aún no estaban definidos) y el gobierno nacional, administrado por los mismos miembros del sector terrateniente, trataron de resolver el problema indígena propiciando campañas militares que buscaban la expulsión de los indígenas de los territorios que ocupaban y el establecimiento de una línea de fortines. Estos problemas se resolvieron a través de la sanción de las leyes de Vagos o de Leva.Esta establecía que todo varón entre 18 y 40 años que no tuviera propiedad, careciera de domicilio fijo, que no pudiera demostrar ocupación alguna sería detenido, puesto a disposición de las autoridades y destinado al desarrollo de obras públicas o a cumplir servicio militar en la frontera con el indio. El Código Rural de la provincia de Buenos Aires (1865), redactado por Valentín Alsina, asesorado por una comisión de hacendados, retomó muchas de las disposiciones de la Ley de Leva. Así, el gaucho era incorporado obligatoriamente al mercado de trabajo y a la función de soldado.La leva era el terror de todos los gauchos en las pulperías. Cuando un pelotón llegaba, el gauchaje que estaba reunido tenía que mostrar la papeleta de conchabo (certificado de trabajo) el que no la tenía subía al fortín (Martin Fierro fue enviado allí). En condiciones precarias y con promesas de pagas que nunca llegaban los gauchos de la pampa defendían la patria con amor y coraje.Las pulperías gilenses Graciela León en su relato cuenta que su antepasado Joaquín León de las Islas Canarias tuvo estancia y pulpería. También se radicaron en el Pago de Areco los franceses Alejandro Echeverría y Federico Napoleón, el cordobés José de La Rosa y Juan Román Unitario que despreciaba a los Federales.Otra pulpería era la de Don José Clemente Lavallen, Don Pedro Antonio Rodríguez que luego fue Juez de Paz también montó la suya, Don Vicente Cutillas vecino emblemático ubicó la suya en la esquina de 25 de Mayo y Alsina. En las localidades Antonio Garibotti lideró una cerca de Villa Ruiz, Don Manuel Antonio de Ormachea en estancia La Merced, “La feria de Alvis” fue otro caso que se mantuvo hasta el siglo XX. León Bonaparte que fue el fundador de “Las Familias” tuvo la suya.También se encontraron registros de otras pulperías como La Rosada que se ubicaba camino a Capilla, en la casa de la familia Terren en Azcuénaga, camino a Cucullú estaba la del Tigre, “La herrería” también fue una popular pulpería. La única imagen que queda actualmente de una pulpería es la del paraje “Los Manueles” conocida como el boliche de tejo, hoy en condiciones precarias.El fin de una eraLas pulperías desaparecieron a fines del siglo XIX, aunque algunas resistieron en el nuevo siglo. Pero de manera lenta y progresiva fueron reemplazadas por los almacenes, de hecho muchas se transformaron en esos nuevos “centro sociales y comerciales”. Las exigencias de la vida cotidiana y las nuevas épocas y las novedosas formas de explotar la tierra, costumbres y necesidades dejaron a las pulperías las plumas de aquellos escritores que con el correr del tiempo fueron describiendo su importante rol. Las pulperías gilenses fueron sustraídas del libro “De postas, caminos y pulperías” del escritor local Héctor Raúl Terrén.