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Mandela: una figura imprescindible

Si se hace una encuesta preguntando quiénes fueron las personas más influyentes de la historia de la humanidad o, si se quiere, de los últimos dos siglos, yo no dudaría en decir que Nelson Mandela es una de ellas. Desde la Organización de las Naciones Unidas coincidirían, no en vano declararon el 18 de julio como el Día Internacional de Nelson Mandela, en reconocimiento al aporte que ha hecho el ex presidente de Sudáfrica por la paz, la democracia y la libertad.Condenado a cadena perpetua en 1964 por haberse alzado en armas contra el Estado sudafricano que en ese momento estaba en manos de los afrikáners (los blancos, del Partido Nacional), Mandela luchó, como representante del Congreso Nacional Africano (ANC), para abolir el sistema de segregación racial que consistía en la exclusión de la mayoría no blanca (85% de la población), más conocido como apartheid. Esta legislación determinaba los lugares donde podían vivir, los trabajos y la educación que podían tener, los límites a la participación política y demás atrocidades a las que Mandela describió como “un genocidio moral”.El líder fue trasladado a Robben Island, donde pasó 27 años prisionero. Cuenta el periodista británico John Carlin, en su libro “La sonrisa de Mandela”, que en la cárcel Nelson aprendió a tener un amplio punto de vista, a pensar en los problemas y a ser realista: comprendió que la Sudáfrica negra llegaría a la democracia mediante las palabras y no mediante la lucha. También se dedicó a aprender el idioma afrikáans y estudió toda su historia, porque sostenía que ponerse en la piel del enemigo e interiorizar sus preocupaciones le daría una ventaja sobre ellos cuando llegara el momento de sentarse a hablar”. De esta manera, la cárcel se volvió en un laboratorio para sus experimentos de persuasión política y los guardias encargados de vigilarlo, con quien tuvo muy buena relación, sus conejillos de indias. Tan es la magnitud de este personaje histórico que Kobie Coetsee, ministro de Justicia entre 1980 y 1993, hombre de confianza de entonces presidente P.W. Botha y una de las figuras más odiadas y despreciadas entre los negros sudafricanos, tuvo reuniones secretas con Mandela y años después declaró sobre él que “había nacido para ser un líder, era un hombre cordial, lo llevaba en la sangre; la primera vez que me reuní con él ya lo veía como presidente”.Durante su estadía en la prisión, muchas cosas habían cambiado, tanto en Sudáfrica como en el mundo: una nueva generación de jóvenes activistas negros había surgido, el Muro de Berlín había caído y el panorama político había cambiado radicalmente, la TV no estaba cuando entró a la cárcel, etc. Por eso se dudaba de la capacidad para que deje su huella en la política una vez afuera. Pero, cuando llegó el día tan esperado por muchos, Mandela, con sus entonces 71 años, no dejó si quiera un poco de lugar para que duden. El domingo 11 de febrero de 1990 fue un día histórico: Mandela salió de la cárcel con el puño en alto, en lo que es una de las imágenes más memorables del siglo XX, que marcó el fin de una tiranía muy peligrosa.Ya en libertad, Mandela sorprendió a todos al describir al entonces Presidente De Klerk (PN), que había sido partidario del apartheid pero pensaba que ya era insostenible, como un “hombre íntegro”, además de declarar que “los blancos son nuestros compañeros sudafricanos y queremos que se sientan seguros, que sepan que valoramos su contribución al desarrollo de este país”. Hablaba claro y con sinceridad. De esta manera, Mandela se revelaba como alguien frío y pragmático que ya tenía todo el futuro planeado.Luego de un largo tiempo de negociaciones, las leyes del apartheid se eliminaron, se convocó a elecciones democráticas por primera vez para abril de 1994 y el partido que lideraba Mandela, el ANC, ganó con las dos terceras partes de los votos, convirtiéndose así en el primer presidente negro de Sudáfrica. Madiba, nombre que reservaba para sus allegados más íntimos, donaba sus ingresos anuales de 552.000 rands al Fondo para la Infancia de Nelson Mandela que había fundado en 1995. Murió a los 95 años luego de una prolongada infección respiratoria el 5 de diciembre de 2013, pero lo que no dejó de existir es su legado y las enseñanzas que dejó al mundo entero: hay que luchar, siempre, frente a las adversidades e injusticias y a favor de la paz, la libertad y la democracia.

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