No fue un domingo más para la gente de Jáuregui. Seguramente el tranquilo pueblo cercano a Giles (está a 33 kilómetros) amaneció nervioso, ansioso y esperanzado en que iba a ser un día distinto a todos, un día que podía quedar en la historia grande del Club Flandria, el Canario, el club de la ciudad. La posibilidad de campeonar y ascender por primera vez a la Primera B Nacional del fútbol argentino estaba al alcance de la mano, sólo debía empatar o ganar de visitante en Villa Crespo, contra el histórico Atlanta. Caso contrario, el que ascendería era el Behemio. Misión difícil, pero no imposible.La cita era a las 16:40. El sol, ausente durante la semana, se hizo presente desde la primera hora de la mañana. Tal vez, como guiñándole el ojo a la gente de Flandria, que tan mal la ha pasado los últimos años con las lluvias, que provocaron inundaciones en la ciudad y particularmente en su cancha, que quedó tapada de agua dos veces en los últimos 3 años. El estadio “León Kolbowski” explotaba de gente y, como se dice habitualmente, no cabía un alfiler.El partido comenzó y el nerviosismo que había en los jugadores de los dos equipos era evidente. Por eso, lo que sucedió en el campo de juego este domingo es anecdótico para los casi diez mil habitantes de la localidad de Jáuregui. Porque no importaba el cómo, las formas de conseguir el resultado conveniente. Lo único que valía era no perder: si había que revolearla a la segunda bandeja de la cancha de Atlanta o a una de las casas lindantes de Villa Crespo, se hacía (y se hizo). Sólo una cosa le interesaba al equipo conducido técnicamente por la dupla Orsi-Gómez: salir campeón de la B Metropolitana para ascender de categoría.Y el milagro sucedió. Luego de un partido que fue muy friccionado en el que no se sacaron ventajas, el Canario y el Bohemio empataron en 0. A pesar de un par de llegadas para ambos conjuntos y de algún tiro libre en el final del partido que hizo poner en vilo a los corazones de los hinchas de Flandria, el sueño de ascender por primera vez en su historia se hizo realidad.El grupo de jugadores que se consagró campeón se dio el gran gusto de gritar campeón ante un estadio que, a pesar de la desazón porque su equipo no logró el objetivo, aplaudió y reconoció al humilde club que acababa de quedarse con el título. En Jáuregui, y también en Giles, donde Flandria también tiene sus fieles seguidores, las gargantas de los fanáticos no podían gritar más de lo que lo hacían. Y la cancha del Canario se volvió a inundar, como en 2014 y 2015, pero esta vez fueron las lágrimas de emoción que derramaban los hinchas las causantes de semejante fenómeno. Merecidísimo título y ascenso para Flandria, no hay nada para objetar. ¡Felicitaciones, campeón!