En 2005 Agustín Omar Arrien asesinó a Ana María Rossi, madre de 3 hijos, nutricionista y una vecina muy querida de nuestra ciudad. Por el crimen fue condenado a 24 años de prisión, pero desde agosto del año pasado goza de “Libertad Condicional por buena conducta”. Llegó a cumplir solo 16 años de condena. Hoy camina libremente por La Plata, la misma ciudad en la que viven los hijos de Ana María.
Se trata de unos de los crímenes más terribles de la historia reciente. Sin embargo, en aquella época no existía la figura del Femicidio, y esa es una de las razones por las que el asesino de Ana María pudo pedir la libertad condicional.
Recién en 2012 se sancionó la ley 26.791, que incorpora la figura del femicidio al Código Penal. Siete años después del crimen de Ana María. Por aquel entonces, al asesinato de mujeres los medios le llamaban “crimen pasional”.
Desde 2012, cuando un hombre mata a una mujer en un contexto de violencia de género, la mayor condena a la que puede aspirar la familia de una víctima es reclusión perpetua. Antes podía ser de entre 8 y 25 años de cárcel, con los atenuantes que se contemplan en el país para reducir la condena: buena conducta en prisión, por ejemplo.
Hace una semana, el ministro de Justicia de la Nación Mariano Cúneo Libarona confirmó que el Gobierno de Javier Milei busca eliminar la figura jurídica de “Femicidio” del Código Penal. En su posteo en redes sociales, el Ministro compartió la postura presidencial: “El feminismo es una distorsión del concepto de igualdad que únicamente busca privilegios poniendo a una mitad de población en contra de la otra”. En este sentido, insistió en que todos los ciudadanos, sin importar su sexo, deben ser tratados de manera igualitaria ante la Ley.
A partir de ahí el debate comenzó otra vez: ¿Qué diferencias hay entre un homicidio y un femicidio? ¿Por qué es importante para las familias de las víctimas la figura del femicidio? Malena Stupiello, hija de Ana María Rossi, no dudó en salir a explicar la importancia de esta figura en el Código Penal. Ella, en primera persona, fue testigo de cómo la violencia machista puede romper vidas enteras y de cómo la Justicia debe estar a la altura para construir una sociedad mejor, libre de violencias.
Mi mamá era una mujer de 36 años, médica nutricionista y madre de 3 hijos. Un hombre, luego de hostigarla, perseguirla y acosarla hasta el hartazgo, decidió que si no era de su propiedad no podía vivir más, no podía continuar avanzando en su carrera ni ver a sus hijos crecer. Esa persona que le robó la vida hoy goza de su libertad y camina tranquilo por la calle en la ciudad de La Plata, en la misma ciudad que viven, estudian y trabajan los hijos de la víctima, y esto es posible porque en ese momento no existía la figura del femicidio que implica una condena a prisión perpetua.
Querer llamar a estos asesinatos “crimen pasional” es normalizar que los celos pueden llevar a una persona a matar a otra, cuando realmente no son los celos los que provocan eso sino el creerse dueño de la vida de la otra persona. Durante muchísimos años, hoy por suerte un poco menos, fue totalmente normal que un hombre se considere dueño de la vida de una mujer, esto estaba avalado y fomentado por leyes, costumbres, lo que se difundía en medios de comunicación, etc. Entonces, que en un momento aparezca la figura del femicidio fue un cambio fundamental, y esto no sucedió de la nada, fue resultado de muchísimos años de lucha feminista y fue un gobierno que escuchó esa lucha y ese pedido de justicia justa, cambiando la subjetividad y las creencias en torno a los asesinatos por motivo de género.
Hoy nos encontramos frente a un gobierno, con el Presidente Javier Milei a la cabeza, que pone en juego todos los derechos conquistados, que violenta con sus discursos de odio y revictimiza a las cientos de miles de mujeres víctimas de violencia por motivos de género. Es un gobierno que quiere dar una batalla cultural hacia el retroceso en materia de derechos a costa de la vida de muchísimas personas, y que busca incansablemente que nos enojemos, nos asustemos, que nos resignemos, también busca que nos dividamos cada uno con sus luchas, y es por eso que hoy más que nunca nos tenemos que unir, organizar, y salir a defender todos estos derechos que están en riesgo, así los conseguimos y así los tenemos que defender.
No hay que dejar pasar este tipo de discursos, es muy peligroso y más viniendo de figuras de autoridad, son discursos que legitiman prácticas, impactan en la subjetividad y producen hechos en la sociedad. Es importante que reflexionemos sobre el peso de lo que hacen las autoridades, discutir todo lo que obstaculice la vida digna y movilizarnos, siempre hacia una sociedad más amable, solidaria e inclusiva.
A mi mamá y a las miles de víctimas nadie nos las devuelve, y queda muchísimo por trabajar para que nos dejen de robar a nuestras hermanas, pero tenemos que avanzar, no retroceder.
La médica nutricionista, nacida en nuestra ciudad y radicada en La Plata también atendía en el Hospital San Andrés. Su familia atravesó un calvario luego que Agustín Omar Arrien acabara con su vida de la peor manera. El 3 de octubre de 2005 la violó, le disparó en la cabeza y la dejó tirada en las afueras de Villa Elisa. Ana María fue encontrada al otro día, con apenas un hilo de vida, y en estado de hipotermia. Luego de agonizar 194 días, murió en terapia intensiva.
Su madre Elena viajaba desde Giles a La Plata cada semana para cuidarla, pero luego de una infección que hizo irreversible el cuadro de Ana María, el corazón de su mamá no aguantó más y sufrió un paro cardiaco. La mujer, que no tenía problemas de corazón, falleció luego de tanta angustia y sufrimiento.
En el juicio oral en que se condenó al acusado, se concluyó que había tenido una relación con Rossi que duró casi un año. La nutricionista luego de ese periodo de noviazgo decidió recomponer su matrimonio y terminó con él. Arrien, catalogado por los peritos como un narcisista obsesivo, no asimiló esa ruptura y comenzó con el acoso a Rossi.
De acuerdo a la investigación, el 3 de octubre de 2005 Arrien esperó a la médica en la puerta de su casa y, con la excusa de que quería hablar con ella, se ofreció a llevarla hasta un restaurante de City Bell, donde la mujer tenía una cena. En el trayecto, el hombre intentó convencer a Rossi de retomar relación que había mantenido con ella, pero la mujer volvió a negarse argumentando que deseaba restablecer su matrimonio. Esto alteró a Arrien, quien desvió el auto hasta un descampado de la localidad de Villa Elisa donde, según los peritajes, violó a Rossi y luego le efectuó dos tiros en la cabeza y otro en su pecho izquierdo con un revólver que llevaba en el auto. Arrien abandonó a la mujer y se dirigió a la comisaría local, donde denunció el robo del vehículo y el rapto de su acompañante por parte de delincuentes.
Ana María Rossi fue encontrada al día siguiente de haber recibido los dos disparos, agonizante en un zanjón y con síntomas de hipotermia, por lo que fue llevada en estado de coma al Hospital San Roque de Gonnet, donde finalmente murió el 15 de abril de 2006. Cuatro días después del hecho, Arrien se presentó ante el fiscal Marcelo Martini (ya jubilado) y el juez de Garantías Guillermo Atencio. Confesó haber sido el autor de los disparos contra la nutricionista. La pena vence el 7 de octubre de 2029.