Hernán Lacanette, vecino de San Andrés de Giles, celebra en este 2024 sus 40 años como tapicero. En un cálido encuentro en su taller, Hernán compartió con nosotros sus primeros pasos, recuerdos y anécdotas que marcan su camino en este oficio. Su historia se podría resumir como un viaje que comenzó a sus 20 y pocos años, desde cero y solo, a prueba y error, desarmando cualquier silla o sillón que se le cruzara.
Los Inicios de un Tapicero
“Empecé en mayo del 84, justo después del servicio militar. No encontraba un trabajo que me llenara y me convenciera. Trabajé en una fábrica en Luján, pero pronto me di cuenta de que no era lo mío. A los seis meses, ya estaba aburrido,” recuerda Hernán, rememorando esos días con una sonrisa nostálgica. Con solo 19 años, decidió aventurarse en un camino que no conocía: la tapicería.
Con la determinación que lo caracteriza, Hernán vendió su moto y compró las herramientas básicas sin saber exactamente lo que necesitaba. “Fui a Once, compré unos rollos de cuerina y una máquina de coser en Mercedes. Todo a ojo. No tenía idea, pero estaba decidido a probar. Hoy me acuerdo y me río de lo que compré”
Un aprendizaje autodidacta
Los primeros años fueron de intenso aprendizaje, completamente autodidacta. Hernán desarmaba y tapizaba sillas y sillones de la casa de su novia, de la abuela de su novia, y de su propio hogar. “Todo muy experimental. No había YouTube como ahora. Si quería aprender, tenía que desarmar y ver cómo estaba hecho.”
Con el tiempo, su esfuerzo y perseverancia dieron frutos. Su primer gran proyecto fue la butaca de un Ami 8 de un primo. “Le dije: ‘Si se rompe antes de vender el auto, no te la cobro. Si no, me pagás los materiales.’ Así fue como empecé a ganar confianza y a perfeccionar mi técnica“, recuerda Hernán entre risas.
Un viaje transformador: de Giles a Las Vegas
Después de 17 años de tener su taller, Hernán tuvo la oportunidad de viajar a Estados Unidos para visitar a un tío en Las Vegas. Ese viaje, aunque inicialmente destinado a la familia, resultó ser un punto de inflexión en su carrera. “Pasé dos meses en Las Vegas y vi cómo se trabajaba allá. Me di cuenta de lo lejos que estaba en términos de tecnología y métodos. Me abrió la cabeza en muchos sentidos.”
En Las Vegas, Hernán tuvo la oportunidad de aprender de tapiceros mexicanos, quienes dominaban el oficio en esa región. “Hablé con ellos, observé y aprendí. Volví a Argentina con una nueva perspectiva y ganas de mejorar en todo sentido.”
Al regresar a San Andrés de Giles, Hernán estaba decidido a aplicar lo que había aprendido. “Mudé el taller, compré una casa y empecé a mejorar mis técnicas. La tapicería nunca se estacionó, siempre fue de menor a mayor.”
A lo largo de estos 40 años, Hernán ha visto cómo su oficio ha evolucionado y cómo su relación con los clientes ha sido fundamental. “Tengo clientes de hace 40 años. Cuando empecé, éramos ocho tapiceros en Giles. Hoy, la tapicería ha crecido y se ha consolidado.”
El acompañamiento y apoyo de su familia fueron fundamentales en este proceso. Hernán destaca cómo su esposa siempre estuvo a su lado en cada proyecto que emprendía. “Siempre me apoyó, siempre compañera en el trabajo. Muy compañera, en todo sentido,” cuenta Hernán. Asegura que ella fue clave en la economía del hogar, “que es una de las cosas principales, porque si uno de los dos derrocha, chau, no podés crecer, pero ella siempre, en cada comercio que ponía, me apoyaba, entonces a mí también me impulsó eso”, explica.
Un legado de perseverancia
Hernán es un ejemplo de perseverancia. Su taller, lleno de recuerdos y proyectos, es un testimonio de lo que se puede lograr con determinación y pasión por el oficio. La responsabilidad y el compromiso con la palabra dada al cliente son elementos esenciales que distinguen a Hernán de otros tapiceros.
En un rubro muchas veces mal visto por los constantes incumplimientos y largas demoras, Hernán ha logrado destacarse precisamente por cumplir siempre con lo prometido. “Si yo te digo que te lo hago para mañana, para mañana te lo hago,” dice con convicción. Su enfoque en la calidad y en cumplir con los tiempos acordados no solo ha sido una promesa, sino una práctica constante, incluso trabajando hasta altas horas de la noche para asegurarse de que el trabajo esté listo a tiempo.
“Siempre he sido muy perseverante. Si algo no funcionaba, lo intentaba de nuevo. La tapicería me enseñó que, con esfuerzo y dedicación, se puede llegar lejos.” Así concluye Hernán, mirando con orgullo los 40 años de trabajo que han forjado su vida y su legado en San Andrés de Giles.