Adrián Maggi: “agradezco a la vida haber tenido cáncer”
- Agustín Bagnasco
A las ocho de la noche del viernes, el sol naranja que cubría todo Pehuajó ya está escondido y una luna gigante ilumina el parque por el que camina Adrián Maggi horas antes de subirse al escenario. Está acompañado de su perra, que corre por el campo mientras el cantor surero habla por celular.
Trabajar es una necesidad espiritual, es un camino, una misión para mí – explica el artista en diálogo con Infociudad – Si no hago esto no puedo vivir, me da fuerzas para respirar. Es lo que me da de comer, pero también me hace muy feliz. Es hacer el amor con la vida, entro en armonía con el universo. Y más después de haber tenido cáncer.
Esa motivación es la que lo lleva a estar todo el tiempo en actividad. Después de actuar en Pehuajó, tocó en la localidad pampeana de Ingeniero Martini y cerró fechas para octubre y noviembre. A los shows en vivo los combina con la producción de un nuevo libro y otro material discográfico.
La vida después de la vida
– El cáncer fue un despertar, el cáncer te mata o te fortifica. A mí me fortificó. Después de eso desperté, antes estaba dormido. Hoy soy otra persona, mucho más espiritual, hablo de otra forma, soy otro ser humano. Agradezco a la vida haber tenido cáncer por el cambio que hizo en mí. Ojalá todo el mundo pase por ese cambio, porque es muy fructífero
Carl Sagan dice que todo el mundo debería casi morir, para evidenciar el cambio que genera en uno. Te afina la sensibilidad, te hace mejor persona, te hace dar importancia solamente a las cosas importantes de la vida. Entonces el balance es súper positivo. Empezás a disfrutar cada segundo como si fuera el último; a dar abrazos, a decirle a los amigos y a la gente que uno aprecia que los querés mucho.
Yo ahora me largo a llorar. He llorado en el escenario, cosa que nunca me había pasado. Fueron unos cambios bellísimos, soy otra persona. Tengo 54 años y es mi mejor momento en todo, porque hoy sé lo que vale cada segundo de estar vivo.
Para ser feliz, la primera condición es ser agradecido. Eso lo aprendí claramente y lo hago todos los días con mi pueblo, con mi gente. A lo mejor hay un montón de cosas que uno no opina igual que el resto, pero siempre hay que ser agradecido por haber crecido en un pueblo feliz. Soy muy feliz con mi forma, con ir al Parque a leer con mi perra. Marta, mi anterior perra, falleció y está enterrada ahí, en un rinconcito. Voy seguido a verla, a estar con ella. Le escribí una canción.
En enero de este año fui a ver al doctor Luciano Gussoni. Me dijo:
– Adrián, te tengo que dar una noticia. Llegaron los resultados de la tomografía. Prácticamente estás dado de alta.
Casi me largué a llorar como un boludo. No precisé quimio ni rayos, pero la palabra cáncer te asusta. Ahí te sentís frágil y la fragilidad es la que te hace fuerte. Yo me puse a leer. Por algo llegué a tenerlo, el médico me puede operar y sacármelo, pero si yo no cambio, sigo igual. Me dije “¿Qué tengo que cambiar?” Fundamental, la alimentación. No tomo más gaseosas, no como fritos, tomo agua, ando regulando, ya no ando a fondo como antes. El mensaje en el escenario es otro: antes era el del macho, el fuerte; hoy hablo sobre ser mejor persona, del crecimiento interior.
Cuando cambiás vos, también cambia tu entorno para bien.
La Argentina
– Somos un país adolescente, y como todo adolescente, nos estamos buscando. La gente se pregunta si es por acá, si es por allá. Yo vengo del campo, del trabajo diario. Creo que el mérito es importante. Yo noto que hay ganas de crecer, de cambiar.
Yo creo que el crecimiento no va por el lado que estamos viendo, pero ya es algo de cada uno. Queremos todos que el país crezca, pero a veces los que te ofrecen la solución son parte del problema. Será una charla que cada uno tendrá que dar con su almohada.
A los chicos, lo que les puedo llegar a decir es que estudien, trabajen, que tengan fe. El crecimiento interior es lo que los va a llevar a ser buena gente, a triunfar en la vida, que no es tener el último celular, ni el último auto. Yo en mi mejor momento subí a Cosquín y fui consagración, y tenía un cáncer que me estaba comiendo.
Hoy soy feliz abajo de un árbol en el Parque, en patas, con la perra lamiéndome la cara. Valoremos otras cosas, un abrazo, tener una charla franca con tu hermana. Darle un abrazo a tu vieja y quedarte en paz, ver si estás con tu pareja y si sos feliz ahí; ver si tenés la vibra que te permite hacer el amor todo el día. El amor no se hace solo en la cama, se hace tomando mates, leyendo un libro, caminando.