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Historias de Malvinas: Rubén Ferrety

En el año 2003, la historiadora local Graciela León, publicó “De mi Pueblo a Malvinas”, un libro en el que recoge los testimonios de alguno de los veteranos gilenses de la Guerra de 1982.

El relato de Rubén Ferrety

En el año 81, estuve haciendo el Servicio Militar en el Regimiento de Infantería Nº 6 “General Viamonte” habiendo salido de baja el 5 de marzo del año 1982. El 2 de abril me encontraba trabajando en el campo, enterándome que se habían recuperado las Islas recién el 7 de abril cuando regrese a la casa de mi tía, lugar donde vivía, ya que soy nacido en Carmen de areco.

Me encontré con la carta de convocatoria para presentarme al otro día. Todo esto me tomó por sorpresa, ya que no lo esperaba. Me puse en contacto con otros compañeros para presentarnos al día siguiente.
Ahí pude encontrarme con mis compañeros, que hacía muy poco que nos habíamos separado. Con ellos formábamos la Compañía Comando de aquel inolvidable regimiento.

Nos empezaron a distribuir los equipos. cortarnos el pelo, preparar el armamento, pero sin saber si íbamos a ir o no. El ánimo de todos era muy bueno, queríamos ir a Malvinas. Cuando nos empezamos a movilizar, me ofrecieron quedarme en dos oportunidades, cambiándome mi lugar. Me negué. Hoy me llena de orgullo haberlo hecho, sabiendo que compañeros míos estuvieron en la Guerra, nunca me hubiera perdonado no haber ido.

El lunes 12 de abril, por la noche, salímos del cuartel despidiéndonos la Banda del Regimiento, familiares y gente del lugar. Tomamos en Palomar el avión que nos llevaría a Río gallegos, para de ahí trasbordar a uno más chico, previo haber tomado un Mate cocido con sándwich de queso y dulce.

Recién ahí nos enteramos que íbamos a las Islas. Después de mucho tiempo me enteré que todo se hacía en secreto. porque los ingleses se hubieran enterado de nuestra partida. El martes 13, aproximadamente a las 7, pisaba las islas.

Lo primero que me llamó la atención fue el gran viento y el frío. Recuerdo haber salido el día anterior con altas temperaturas. Fue algo nuevo para mí poder ver lo que poco días atrás lo había visto por televisión y ser parte de todo eso.

De ese lugar comenzamos a trasladarnos a lo que hoy es Puerto Argentino, durmiendo en carpas por las noches y esperando durante el día de esta forma, hasta antes del ataque. Recuerdo haber cambiado de posición en total tres veces. La tarea que realizábamos era solamente la de patrullar por las noches, en camiones o en forma terrestre.

Primero de Mayo

El lugar donde se encontraba mi posición estaba situado entre Puerto argentino y el aeropuerto, lugar donde se encontraban grandes antenas. A mi compañía se la llamó “Compañía de Reserva”.

De mi primer pozo recuerdo que a los dos días lo abandoné porque se me inundó. Tenía una profundidad de 70 centímetros. No era más hondo porque ya estaban las rocas.

El segundo fue más profundo, lo compartí con mi compañero de guerra, el “Negro Braun”. Era un muy buen compañero, al cual lo encontré después de 19 años en una reunión anual del regimiento.

En aquella madrugada del 1º de mayo me encontraba en el pozo, cuando se sintió la primera explosión del bombardeo en el aeropuerto. Sentí curiosidad por lo que era, preguntando lo que pasaba. Instantáneamente se comenzó a ver el juego de las antiaéreas disparando a los aviones ingleses.

Por la mañana temprano, estando de guardia, presencié un segundo ataque de la aviación enemiga, serían tres aviones. Nuestra fuerza respondió el fuego derribando a uno de ellos, lo cual me trajo una gran alegría.

Por la tarde presencié el primer cañoneo naval diurno, porque después siempre lo hicieron de noche. Aquella tarde le tiraron al aeropuerto, hasta que llegaron nuestros aviones y se le enfrentaron. Pese a que de mi posición no pude llegar a ver las fragatas enemigas, también recuerdo cuando es abatido un avión que con el tiempo, supe que era uno de los nuestros. Cuando cayó, fue para mí estar viendo una película. El avión cayó, explotó y salió una gran nube de humo.

Un día, al llegar en busca de la comida al camino que unía el aeropuerto con la ciudad, fuimos atacados en forma aérea con una ráfaga de ametralladoras. Sus municiones, recuerdo aún, picaban en el asfalto. Pasado este momento, volvimos al lugar de la cocina para retirar la comida como si nada hubiera pasado.

Otra vez, de noche, y estando de guardia, sentí un ruido. No sabía qué era, provenía de unas rocas, era como algo que se arrastraba. Pensé en ese momento que nos estarían atacando. Era una noche muy oscura y lluviosa, en la que no se ve nada. Típica noche de Malvinas . Dí el alerta. Cuándo fueron a verificar de qué se trataba, nos encontramos con la figura de un triángulo de metal atada en un paracaídas. Los mismos eran usados por los ingleses, para que fueran detectados por los radares argentinos y crear falsos ataques.

Debía limpiar el armamento. Tenía en mi pozo a las municiones para el grupo, dos proyectiles antitanque y dos antipersonal, los cuales se disparaban con munición de fogueo. Los mismos se instalaban en la punta del fusil.

Tuvimos práctica de tiros en la costa, para probar el armamento. No me puedo quejar del mismo, el mío era nuevo. Con él salía a cazar y he traído en varias ocasiones algo similar a un ganso, al que asábamos con tepes y sin sal. En realidad eran incomibles por lo duro, ya que eran muy fibrosos. Pero como dice el refrán, donde hay hambre, no hay pan duro.

Es cierto que he pasado hambre: he ido al basural con mi compañero a buscar si había algo de comer y he vuelto con 10 kilos menos. Lo peor era el gran frío, sobre todo cuando se mojaba la ropa y no teníamos cómo secarla, ya que los días eran cortos y muy pocas veces se veía el sol.

Fui afortunado al bañarme tres o cuatro veces. Lástima que era agua salada, la cual cortaba el jabòn, haciéndose una pasta. No me puedo quejar de la higiene, comparado con los demás.

Muchas de las cosas sucedidas las entendí después de mucho tiempo, ya que nadi, luego del regreso, nos había explicado. Hoy, por los relatos de los que estuvieron en la conducción, llego a comprender la falta de alimento y cuáles fueron los motivos, El bloqueo no permitió el ingreso de elementos, hasta de las cartas que nos enviaban nuestros seres queridos. Llegué a entender que en toda guerra se carece de lo indispensable. Malvinas no podía ser ajena.

Hoy mi tía Mary conserva una de las cartas que le enviara de las Islas, a la que guarda con recuerdo. En ella decía lo siguiente:

25 de mayo. Islas malvinas

Queridos tíos y primos:
¿Qué tal? ¿Cómo están? Sí, es verdad que estamos en las trincheras. Tenemos frío y estamos algo paspados, pero tenemos bastante ropa para soportar esto. Estoy bien porque, defendiendo mi patria, por más cosas que nos pasen, siempre lo voy a estar.

Cartas ya mandé bastante a ustedes, a papi y hasta te mandé dos telegramas comunicándote que estoy bien, pero solo recibí tres cartas de ustedes: una que llegó con dirección del Regimiento, y las otras dos con dirección de acá. La última que llegó es la que te estoy contestando, que tiene fecha del 5 de mayo y la recibí bastante pronto, el 22, porque el correo es un desastre. Llega todo muy atrasado. De otros no recibí carta.

Sí, como dice en tu carta, el 1º de mayo fue muy agotador. Fue el primer ataque a las Malvinas. Atacaron el aeropuerto con aviones, y además, al General Belgrano. Fue una sorpresa, pero ahora estamos acostumbrados porque esto pasa diariamente. A los aviones no les dio resultado, la mayoría quedaron en el camino, es un espectáculo ver cómo caen los aviones. Y más si son ingleses.

Los barcos no la están pasando muy bien tampoco, los están hundiendo mucho. Y si la Márgara no se apura con las negociaciones le vamos a bombardear hasta Inglaterra.

Casualmente, en estos momentos, son las once de la mañana. Cuando salíamos para ir a bañarnos, que queda como a dos kilómetros, hubo un ataque inglés. Cuatro aviones bombardearon el aeropuerto.

Y con respecto a eso, tuve que pasar la carta en limpio. La tierra que voló de las bombas me ensuciaron todo. Esta es la tercera vez que nos bañamos; el agua es salada y cada vez que lo hacemos. Nos ponemos la misma ropa, que está negra y para colmo la ropa interior es blanca, era.

A los chicos de Giles muy poco los veo, pero a Javier nunca. Cuando lo vea les doy tus saludos. Marisa, te prometo que el encargue te lo llevo, el de la piedrita y la tierra, aunque las piedras son muy comunes y la tierra lo único distinto es que tiene es que sirve para hacer brasa mejor que un carbón. Aquí lo usan para las calderas.

Otra cosa si te lo consigo, te lo llevo, pero es muy difícil porque al pueblo no nos dejan ir solos. Sino, algo compraría. Pero si no compra un civil, no lo puede hacer.

Me alegro que estén bien y que todos trabajen. Decile a Hernán que no sea haragán para levantarse, porque a fin de mes lo sortean, y si le llega a tocar la Colimba se le van a ir las mañas.

Parecen que las negociaciones andan bastante bien y creo que muy pronto se va a arreglar todo. De las noticias nos enteramos enseguida, tenemos radio y se la pasan dando información de las Malvinas. El otro día, cuando nos informaron que se estaba por declarar la guerra, fue una tarde muy triste y andábamos con la moral muy baja. Pero ahora andamos bien por las noticias que estamos recibiendo y tengo fe en Dios que esto termina pronto, y muy pronto voy a andar por allá.

Tía, miedo nunca tuve, ni tengo, ni tendré. Hace pocos días le escribí a mami, casi le pongo que me mande encomienda, pero me parece que mucho no vamos a estar y por las dudas no le puse nada.

Tía, estoy viviendo en un pozo con otro compañero. Yo parado me da por la pera. Es cómodo, dormimos estirados, y además, hicimos un horno en la pared con chimenea. Tierra para quemar, hay mucha.

Anteriormente vivíamos en otro, pero tenía grieta y una noche se nos llenó de agua y se nos mojó todo el equipo. Pasé unas noches muy tristes, sin vivienda y todo mojado, sin nada para taparme.

Mandale saludos a Juan y señora, a los de enfrente, a las Di Gesú, a la flia Miguetto, a Ferretto y a todos los que me manden saludos.

Tía, sobre y papel tenía, pero cuando se me inundó el pozo se me mojaron todos, y acá se consiguen pocos. Yo había conseguido igual, pero el que me mandaste vos me vino muy bien. Decile al tío que tenga fe en su sobrino, que con un fusil, las 800 municiones y la pala que tiene, no queda ningún inglés en pie.

Me despido de todos ustedes con besos y abrazos. Saludos a Hernán, Darío, Marisa, al tío y a a vos. Traten de escribir lo más que puedan. Recibiendo cartas nos levantan la moral. Estoy esperando las de papi y Ricardito, que deben estar por llegar. Y decile a Cali y Beto que me escriban.

Por el momento, no nececesito nada, algo comemos.
Chau.
El sobrino querido que está defendiendo algo que nos corresponde.
Rubén 25 – 5 – 82. Ferrety
.

Del miedo solo puedo decir que no lo sentí. No por estar hoy aquí crean que estoy mintiendo. Solo sabía de la guerra que si no mataba al enemigo, él lo haría conmigo. Fue muy larga la espera deseando que llegara ese momento, el cual nunca se dio, pero lo esperábamos ansiosos para que todo terminara.

El final de la guerra

Llegado el último día de combate, recibimos la orden de avanzar a primera línea. Nos movilizábamos a pie, llevando municiones sobre la escarcha. La orden era avanzar hacia la costa, ya que se preveía un desembarco por esa zona.

Todavía recuerdo el peso de los cajones de municiones y lo incómodo de su traslado. Caminamos mucho hasta llegar al lugar indicado, la nueva posición. Una vez que lo hicimos, comenzábamos a armar nuestras posiciones de combate, cuándo nos avisaron del cese del fuego.

Estuvimos en ese lugar todo el día, regresando por la noche a las posiciones antiguas, de dónde habíamos partido, encontrándome con que nos habían desvalijado nuestra posición. A lo largo de varios años, hablando una noche, tomando una copa con mi amigo Alberto Puglelli, me enteré que habían sido ellos, que al cambiar de posición en el repliegue ocuparon esas posiciones, nos sustrajeron nuestras cosas.

Hasta el día de se hoy lo sigo reprochando, ya que pasó a ser una anécdota entre nosotros. Pensar que después hablamos de los ingleses que nos robaron las Islas…

Esa noche dormí en ese pozo, había cenado muy bien. Recuerdo que se trataba de medio cilindro de guiso de arroz para mi y mi compañero de pozo. A cada rato nos despertábamos y seguíamos comiendo.

Sumado a ello, también suministraron comidas envasadas. Aclaro que fueron argentinos hasta ese momento, ya que pues dependeríamos de las fuerzas británicas.

Fue en esa mañana, que dejáramos todas las municiones en ese lugar y saliéramos camino al aeropuerto, en la mitad del trayecto nos encontraremos con un puesto de los ingleses, donde teníamos que entregar las armas.

Siguiendo el camino llegamos al aeropuerto, ahí armamos las carpas. Pasamos una sola noche y dos días en ese lugar. Recuerdo los galpones destruídos y los grandes cráteres creados por los bombardeos, como también de los pucará averiados por el combate.

Llegó el día del regreso a la ciudad para ser embarcados. Retomamos el camino de regreso por el mismo lugar por el cual fuimos al aeropuerto. Pasando nuevamente por el mismo puesto de guardia de los ingleses, sacándonos todas las pertenencias, dejándolo solo una frazada y lo puesto.

Llegando a la ciudad fuimos a un galpón lleno de prisioneros argentinos. Nuestras necesidades se hacían en tambores, los cuales ya están colmados. Para ir a orinar había que pisar como a 400 tipos, los cuales se acordaban de toda mi familia, ya que estaba todo a oscuras y dormían en el suelo.

De día nos sacaban a limpiar las calles en fila y trotando con guardias ingleses por detrás, con una especie de lanza. Una vez me detuve a comer un turrón qué había encontrado tirado en la calle, cuando me sorprendió una patada en mi trasero, por un pirata inglés que me obligó a seguir trabajando.

Estando prisioneros teníamos la posibilidad de salir del galpón a un baldío por cierto tiempo. En el mismo lugar donde unos orinaban, en una zanja, otros tomábamos agua de la misma. Yo disolvía unas pastillas de Vitamina C que teníamos para no resfriarnos, con sabor a naranja.

Una noche llegó una persona, la que no recuerdo quién era. Dio la orden: “Regimiento 6, prepararse para embarcar“. Fue ahí cuando creí realmente que volvíamos.

Lo que me duele hasta el día de hoy es que cuando dejamos la posición para emprender el camino al aeropuerto, dejé por descuido las cartas y la imagen de la Virgen de Luján, que me había acompañado durante toda la guerra.

De regreso
Antes de subir a una barcaza inglesa que nos trasladara al buque hospital argentino “Bahía Paraíso”, volvimos a pasar por una nueva revisada, donde me sacaron las antiparras y el cinturón, arrojándolos al agua.
Una vez arriba del buque, nos recibieron con dos pastillas color blanco, una taza de caldo y una manzana. Pasamos a bañarnos y afeitarnos. Una muda de ropa de grafa, con una temperatura ambiental de barco muy agradable, hacia que comenzará a vivir nuevamente.

Cuando arrancamos, me encontraba secándome en las bodegas. Se empezó a mover despacio, era la primera vez que andaba en barco. Todo esto fue alrededor de las tres de la madrugada.

Luego fuimos a comer en un comedor del buque. Al terminar, con una frazada fui a dormir en un pasillo, ya que no había lugar para hacerlo en los camarotes dada la gran cantidad que éramos.

Por la mañana fuimos a desayunar, antes contemplamos la salida del sol como un espectáculo nunca antes visto. Después del desayuno, ya formamos fila para almorzar. Entre los tiempos de comer, recorrí el barco, donde nos brindaron una muy buena atención.

Al otro día, por la mañana, comenzamos a ver en el horizonte al continente, en sus costas blancas por su hielos, imágenes imborrables de los hermosos paisajes de nuestro país.

Así dembarcamos en Puerto Quilla, provincia de Santa Cruz. Bajamos del buque a tierra por medio de unos containers, a través de una grúa. De ahí nos trasladaron en micros hasta el aeropuerto, donde había puestos que nos regalaban golosinas, chocolates, bufandas, etcétera.

Subimos en un avión que nos llevaría a Río Gallegos, donde nos trasbordaron a otro, para llegar luego a El Palomar, provincia de Buenos Aires.

En colectivo llegamos a la escuela General Lemos, donde nos realizaron una revisación. Recuerdo haber comido parte de esas golosinas que me regalaron, y otra parte, haberla repartido con soldados del litoral.

Después de un día y medio, emprendimos el regreso a la ciudad de Mercedes. Recuerdo que había mucha gente en la entrada, preguntando por los soldados, ya que no tenía noticias de ellos.

Camino a Mercedes, cómo comenzaba a ver gran cantidad de personas que se agolpaban a la orilla del camino para saludarnos, nunca esperaba ese regreso. Ni hablar cuando llegamos a la avenida frente del Regimiento. Los colectivos no podían entrar de la cantidad de gente, todos nos querían saludar, tener noticias de quienes habíamos regresado.

Una vez llegado al Regimiento, y después de habernos vestidos de civil, formamos para salir. La gente ya había entrado. Me subieron a un colectivo con soldados de mi ciudad, y en una caravana comenzamos el regreso.

En la Escuela 16, estaban los bomberos esperándonos, sumándose a las filas de vehículos con que entraríamos a nuestra ciudad, que para eso se encontraba embanderada y con muchísimos vecinos en las veredas saludándonos. Se los agradezco hasta el día de hoy, tal es así que en la esquina del Club Social me subieron en andas y me trasladaron a la municipalidad, donde me encontré con mi hermano, tío, primos y amigos.

Le agradezco al Intendente de ese entonces, el escribano Quagliarello, y a su secretario, el maestro Cosentino, por el recibimiento.

Terminado tan lindo reencuentro, fuimos a la casa de mis tíos, dónde vivía y después de tanto tiempo pude dormir en mi cama. Luego, comenzó a pasar el tiempo. Empezaba a vivir la posguerra, muchísimo más dura que la guerra, ya que ésta para mí fue como un sueño y la realidad de la campaña de desmalvinizacion totalmente dolorosa.

Comenzaron las promesas de vivienda, trabajo, que nunca llegaron. Cuántas veces me fui a anotar para una vivienda, al igual que Alberto, y nunca figuraba en la lista, hasta que un día y después de reproches de un amigo veterano hecho a un político, recibí una.

Fueron momentos duros, que me llevaron a no hablar, por temor a no ser comprendido por los demás. Fue un orgullo de haber ido a defender a nuestras Islas, me impulsó a trabajar en la construcción de un monumento que recordara a todos aquellos compañeros que no habían regresado.

Llevo un gran sentimiento por el tema, nunca lo podré olvidar, hoy en día tratamos de acompañar a la mamá de nuestro caído Jorge Maciel, que ya pasó a ser una madre para nosotros.

Los 2 de abril me vuelve todo a la memoria. Es un momento de emociones encontradas, es un gran sentimiento, dónde lo espero hoy en día con mi familia, uniéndose lo que más quiero en mi vida, que son mi señora y mis hijos, con aquellas tierras a las que algún día, volveré a pisar. No sé cuándo será, pero no pierdo las esperanzas. Eso sí, con nuestra bandera celeste y blanca.

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