Una semana de acampe: el ofrecimiento de la municipalidad y los nuevos conflictos

Hablamos con los vecinos que forman parte del acampe. Denuncian que todavía no obtuvieron una respuesta satisfactoria.

A pesar de la tormenta de anoche, las vecinas agrupadas en el movimiento Barrios de Pie se mantuvieron firmes en el gacebo de Plaza San Martín, frente a la municipalidad. El acampe de los desalojados empezó el lunes 18, luego de que el municipio no respondiera a las cartas en las que una docena de familias solicitaba ayuda para no quedar en la calle.

Desde entonces, los vecinos permanecen bajo los plátanos de la plaza, sin más refugio que algunos plásticos y dos estufas eléctricas. “Todavía no tuvimos una respuesta. Vamos a seguir acá hasta que nos den una solución. No es fácil, pero la misma desesperación te ayuda a aguantar” explica Jésica, una de las integrantes del acampe a Infociudad – “Estaba alquilando y no me quisieron renovar contrato. No puedo vivir con mi mamá, entonces fui a la casa de mi hermana. Ella me dio lugar, pero la casa es prestada y el dueño se la pidió“.

Una situación similar vive Rocío: “en mi caso, en dos meses tengo que desalojar porque supuestamente la casa se vende. Estuve averiguando para alquilar, pero te piden un garante que cobre más de 100 mil pesos y que tenga un bien inmueble y te exigen tres meses de depósito. Te ponen un montón de trabas. Antes de venir acá a acampar, me fui a todas las inmobiliarias y todas te piden lo mismo: o estoy en lista de espera, o no hay propiedades. Y si hay, te piden los requisitos que mencioné antes. Es muy desesperante“.

En relación a este último punto, sostiene: “esto no nos pasa a nosotros nada más. Hay mucha gente que está pasando por lo mismo, la diferencia es que no se animan a hacer esto. Por eso hay algunos vecinos que nos apoyan. Ayer, por ejemplo, vino una vecina a la mañana y nos trajo una caja de galletitas. Nos dijo que nuestro reclamo no puede pasar desapercibido“.

Jésica, por su parte, agrega: “También hay algunos que nos gritan que vayamos a trabajar. Nosotras trabajamos, hacemos panificación. Vendemos prepizzas, pastafrolas, panes. Están mal informados y no saben, pero a través del Potenciar Trabajo, podemos hacer panificación“.

La dinámica del acampe

A lo largo de esta primera semana, los vecinos se organizaron para poder combinar sus jornadas laborales con el acampe. Las doce familias se dividieron en dos grupos de seis con turnos fijos semanales. “Eso es lo que nos ayuda a estar acá: el apoyo de todos” – confiesa Rocío- “Uno cae y el otro lo levanta. Nos apoyamos entre todos, es mutuo“.

Si bien la líder regional de Barrios de Pie, María Petta, es oriunda de San Antonio de Areco, las vecinas sostienen que el reclamo es dirigido íntegramente por los inquilinos gilenses: “Nosotras hicimos esto por decisión propia, a nosotras no nos mandó la organización, como se dijo. María es nuestra referente, pero nos acompaña a estar acá, no nos manda. La decisión de estar acá la tomamos nosotros por desesperación” expresa Jésica.

El rol del municipio

Desde que empezó la medida de fuerza, las autoridades del Departamento Ejecutivo optaron por no hacer declaraciones públicas y comunicarse solo con los vecinos comprometidos. El diálogo con los medios de comunicación se basó en declaraciones off the records de diversos funcionarios a algunos periodistas.

La primera propuesta municipal, consistió en una ayuda para el pago de alquiler. Sin embargo, los manifestantes no la aceptaron: “No hay alquileres y en los pocos que hay no te aceptan con chicos” insiste Rocío. Y Jésica añade: “También nos dijeron que nos pueden ayudar a edificar. ¿Cómo vamos a edificar si no tenemos terreno? Quieren que construyamos en la casas de nuestros padres, pero no creemos que sea lo conveniente. Mi mamá, por ejemplo, tiene otros hijos. Imaginate si edifico, no da el cálculo del metro cuadrado“.

Por otro lado, se ofreció ingresar en un sorteo de lotes que se realizará a fin de año: “Nosotras sabemos que ahora mismo hay terrenos. Hace más de seis años se sortearon algunos en la zona del barrio Bicentenario y todavía no edificaron, cuando el plazo máximo era de dos años. No se edificó nada y tampoco los volvieron a sortear“.

En esta línea, Jésica concluye: “solo vamos a levantar la medida de fuerza cuando nos den un terreno, porque terrenos hay. No queremos que nos lo regalen, queremos pagarlo. Si podemos pagar un alquiler, vamos a poder pagar un terreno“.

El acampe es una manifestación a una problemática que afecta a miles de familias gilenses. El acceso a un terreno y la posibilidad de construir una casa es un privilegio para unos pocos en la actualidad. Más allá de este conflicto, el Estado debe trabajar con seriedad para construir políticas que permitan mejores condiciones para el desarrollo de las familias gilenses en su propia ciudad.