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“Estoy orgulloso de haber crecido en el Hogar Infantil Jorge Coll”

En una emotiva entrevista hablamos con Fabio "El Piojo" Lemos, que volvió a nuestra ciudad con su hija para que conozca dónde se crió.
Fabio Lemos junto a su hija
Fabio Lemos junto a su hija

Fabio Rafael Lemos volvió a San Andrés de Giles después de más de 30 años para mostrarle a su hija el hogar donde creció: “de golpe se encontró con 110 tíos”, cuenta contento. Es que Fabio es parte de la familia más grande que tuvo la ciudad: fue criado por Andrés Barbieri en el Hogar Infantil Jorge Coll.

Hoy, con 50 años, recuerda cuando llegó a los 8 acompañado de su hermanito de 6. Sus hermanos más grandes ya estaban ahí desde hacía un tiempo. Su madre biológica no pudo criar a ninguno, pero Fabio dice que fue “una macana que le salió bien, por el lugar donde caímos y la persona que estaba”. Se refiere a Barbieri, el director del Hogar que fue el padre de más de 100 niños.

Desde los 8 años vivió ahí y vio pasar algunos directores que eran bastante bravos…hasta que llegó Andrés. “A pesar que entré en un Instituto, Barbieri lo fue transformando en Hogar. Antes los chicos no querían estar ahí, cuando era instituto se fugaban de noche, pero después cambió la cosa”. Fabio asegura que gracias a Andrés, ya nadie quería irse, incluso teniendo más posibilidades de escaparse, ese lugar empezó a sentirse como un hogar de verdad.

“Barbieri era un apasionado porque sus chicos sean gente de bien. Yo estoy orgulloso de haber crecido en el Hogar”. Destaca que Andrés no hacía diferencia, “a todos los quería por igual, y si uno no tenía zapatillas, él se desvivía por conseguirlas”. “Eran 100 hijos, pero además también eran 100 problemas, y él estaba para cada uno. Ahí te das cuenta del amor, él se ocupaba de todos, sino no era feliz”.

La educación, una llave para abrir puertas

“Barbieri nos fue insertando de a poco en la sociedad, una de las maneras fue con la escuela secundaria. Antes, al terminar la primaria muchas veces tenías que irte, te envolvían en una frazada de noche y te mandaban a otro instituto”, pero desde que llegó Andrés eso no volvió a pasar nunca más. Los chicos empezaron a quedarse para terminar la secundaria en distintas escuelas de Giles. “Antes sólo íbamos al colegio 12, y después los chicos empezaron a ir a la escuela 1, al nacional y al colegio de hermanas”.

“Me ha pasado de escuchar que decían ¨no te juntes con éste que es del instituto¨, pero eran nuestros propios amigos los que le abrían la cabeza a sus padres diciéndoles ¨me junto con él que vive en el hogar y es un buen pibe¨.”

Fabio explica que había una imagen muy negativa entre los vecinos, y que se hablaba del “instituto” como si fuera una mala palabra, pero después la gente misma se fue dando cuenta de los valores que tenían esos chicos. “El respeto fue una de las cosas que aprendí en el Hogar, no me lo enseñó mi mamá”.

En el centro Fabio, junto a Andrés Barbieri y su hermano Claudio Alderete cuando se recibió de abogado

El ejemplo como guía

A sus 18 años a Fabio le tocó hacer el Servicio Militar. Al regresar, se quedó algunos años más en el Hogar, pero un día decidió irse. “Lo agarré a Barbieri y llorando le dije que me iba”. Así comenzó a formar su propia familia en González Catán junto a su novia de aquel entonces con quien tuvo 4 hijas. “Mi primera hija tiene hoy 27 años, ya soy abuelo. Trabajando pude hacer mi casa que es donde vive ella hoy”, explica mientras mira a su hija más chica. Ahora está separado, y la sigue peleando en Catán. “Siempre tratando de trabajar, porque si hay algo que me inculcaron es que si no trabajas, no comes”. Eso fue lo que le enseñó Barbieri: “él no te decía tenés que trabajar, sino que te lo enseñaba trabajando a la par”.

En los años que estuvo como Director –de 1970 a 2003- la rutina de los chicos era volver  del colegio, merendar, hacer los deberes, trabajar en la quinta y después jugar al fútbol. “Teníamos ovejas, chanchos, había vacas que ordeñábamos, conseguíamos nuestro propio alimento, Barbieri le daba mucha importancia a eso, él era el primero que estaba en la quinta, enseñaba con el ejemplo, era un líder, no un jefe”.  Asegura que no entiende por qué no le enseñan a hacer huerta a los nenes ahora. “En mi época era desde la Avenida Scully hasta la pista de autos, era del ancho de una calle toda la quinta”.

De izq. a der: Andrés Barbieri, Fabio Lemos, “el chueco” Paliacura y Segundo Lopez con un ternerito que críaron en el Hogar

Fabio recuerda que siempre que alguno de los chicos conseguía trabajo, lo primero que les decía Andrés era “ahorrá y comprate  un terreno”. “Eso nos inculcaba, él quería que vos te vayas del  hogar teniendo un lugar adonde ir”. Asegura que muchos de los que se quedaron viviendo en Giles fue porque le hicieron caso, ahorraron y se pudieron construir su  propia casa acá.

Un encuentro que le cambió la vida

En noviembre del año pasado se organizó un gran encuentro con todos los chicos –ahora hombres– que alguna vez pasaron por el hogar. Cuando recibió  la invitación, Fabio dudó mucho. “No iba a venir,  hasta que después me entusiasmé porque mi hija me acompañaba. Ese encuentro me cambió la vida y por eso hoy estoy acá otra vez”. Después de tantos años, regresó: “por cuestiones de la vida uno va creciendo, se casa, tiene responsabilidades, toma malas decisiones, deja un poco de lado, yo un día me olvidé de Giles”. Ahora, después de ese encuentro, no duda en decir que ésta es su ciudad.

“Fue re lindo ver a esos chicos, que conocía de pibitos y ahora son unos osos”, cuenta mientras se ríe a carcajadas. “Verlos a cada uno con su familia, que sean gente de bien y saber que hay un solo responsable de que toda esa gente sea así. Es Barbieri, que nos dio todas las herramientas para que estudiemos y seamos buenas personas”.

Ese día el encuentro tuvo cita en el Club El Frontón y enseguida se armó el partido de fútbol. Como Fabio no puede jugar, se paró atrás de un árbol a mirar todo, mientras le decía a su hija: “¿ves lo que está pasando ahí? Retrocedelo 30 años y son los mismo pibes chiquitos haciendo lo mismo”.

Desde ese día, Fabio es parte de un grupo de Whatsapp inmenso que conecta a un montón de chicos que se criaron en el Hogar Jorge Coll. Además de pasarse fotos de aquellos años de niñez, se volvió un pilar fundamental para ayudarse entre todos. “Hay un chico que vive por Lujan que tuvo una operación y en el grupo se empezaron a mover para conseguirle desde gazas hasta comida, porque no podía trabajar. Otro se quebró un dedo trabajando en un horno de ladrillos y enseguida comenzaron a preguntar: ¿qué necesitás, mercadería? Bueno, ahí vamos”.

Para Fabio, ese encuentro fue el reconocimiento más grande que pudo tener Andrés Barbieri. “Me lo imagino a él viéndonos a todos ahí, grandes, con hijos, estando juntos como hermanos”. Sin dudas, su legado fue ese: les enseñó que un hogar se construye con dedicación y trabajo y que familia es quien te cría y se preocupa por vos.

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