Se cumplen 30 años de la repatriación de los restos de Cámpora
- Agustín Bagnasco
La noche del 24 de marzo de 1976 las calles de San Andrés de Giles estaban vacías. Para las nueve, el sonido del viento era interrumpido solo por el rugido del motor de algún que otro auto.
De repente, el vacío de las calles dio lugar a la nada: todas las luces se apagaron y la oscuridad invadió hasta el último rincón del pueblo. Fue en ese momento cuando empezó el terror.
Minutos antes de que la penumbra cubriera toda la ciudad, Peti Ramos se acercó hasta la casa de los Cámpora, para advertir que un grupo de tareas estaba llegando a Giles para secuestrar a Héctor. Apenas el doctor encendió su auto, un Falcon verde apareció en la calle San Martín a toda velocidad. El silencio de la noche se fue y en su lugar empezaron a sonar los disparos de los secuestradores.
La persecusión se extendió por todo el centro de nuestra ciudad, hasta que finalmente, el doctor subió a la ruta y pudo perder a los sicarios de Videla, Massera y Agosti. Al día siguiente, el ex presidente ingresó en la embajada de México como refugiado político.
En total, “El Tío” pasó tres años en la embajada. En ese lapso, los médicos le detectaron un cáncer de laringe extremadamente grave. Pese a esto, la dictadura nunca brindó las condiciones como para que el dentista pudiera tratarse el tumor. Recién lo dejaron viajar a México en 1979, cuando el cuadro era irreversible.
Héctor vivió 13 meses en Cuernavaca. Falleció el 19 de diciembre de 1980, rodeado de una decena de militantes peronistas que, al igual que él, debieron exiliarse para seguir con vida. Su cuerpo volvió a nuestra ciudad el 9 de diciembre de 1991.
Los restos fueron recibidos por el ministro de Defensa, Ernesto Herman González y el ex presidente de la Juventud Peronista, Dante Gullo. Antes de trasladar al odontólogo a San Andrés de Giles, se organizó un velatorio en el Salón Azul de la Cámara de Diputados. Allí estuvo presente el ex presidente Raúl Alfonsín y algunos de los representantes más importantes del peronismo.
En nuestra ciudad, los restos pasaron por la puerta del Instituto Fray Mamerto Squiú, escuela construida durante su presidencia en la Cámara de Diputados; y por la puerta de la municipalidad, para luego celebrar una misa en la iglesia.
Dos días antes de que el cuerpo arribara a nuestro país, el Honorable Concejo Deliberante decretó tres días de duelo y decidió organizar un homenaje en el Cementerio Norte. El encargado de tomar la palabra fue el concejal Pedro Piazzi, quien entregó una ofrenda floral y descubrió una placa conmemorativa.
A partir de la llegada del cuerpo de Cámpora a la Argentina, los homenajes empezaron a replicarse por todo el país. Con su nombre fueron bautizadas calles y autopistas de Giles, Ushuaia, Esquel, Merlo y Capital Federal. Lejos de permanecer en el olvido como soñaba la dictadura genocida, el Tío logró trascender y ser recordado de norte a sur.