La temporada de verano es sumamente esperada por los jóvenes. No solo indica el receso de la etapa escolar, sino que también es la llave a un pequeño mundo que se aleja de la rutina y las obligaciones de la edad. Sol, música y pileta reflejan un combo que para muchos parece difícil de mejorar, sin embargo, algo cambió. Lo que parecía inmejorable, hoy es un Plan B.En las reuniones familiares ya no es extraño escuchar sobre los “Pibes Vampiros”, una generación que vive de noche y duerme de día. El mundo virtual atrapó a los jóvenes a tal punto que algunos reniegan hasta cuando la familia sale de vacaciones, estado en el que se alejarán de sus aparatos digitales. Cuando el sol cae, el día recién arranca para un colectivo que usa la tranquilidad de la nocturnidad para chatear, socializar en las redes y jugar online.El cambio fue brusco y no nos dio tiempo a acostumbrarnos. Los padres del siglo XXI rezan para que sus chicos se desprendan de los aparatos tecnológicos; mientras crecían se preocupaban por la llegada de la adolescencia, los límites a las salidas y todo lo que conlleva, hoy los mismos padres son quienes piden a gritos que sus hijos ¡Salgan de casa!Cambio de épocaLas comparaciones son tediosas pero inevitables. Los “Pibes Vampiros” suelen pasar entre 10 y 12 horas al día conectados a la red en un estado de atracción por la pantalla y la posibilidad de interacción. Las nuevas generaciones eligieron otras formas de relacionarse.Internet nos acercó al mundo, las aplicaciones y herramientas de la red crearon un espacio sumamente atractivo e inclusivo. Detrás de la pantalla hoy no parece haber límites. De hecho las distancias quedaron en el pasado: para estar con amigos no hace falta juntarse en una plaza ni recorrer kilómetros.Actividades en los clubes, espacios públicos o salidas por la noche parecen ser planes pocos atractivos. Los intereses cambiaron y los encuentros también, sería errático afirmar que las generaciones se aíslan en estos nuevos ambientes teniendo en cuenta que estas plataformas permiten comunicaciones múltiples que antes eran impensadas.Cuando el juego es una adicciónLa OMS (Organización Mundial de la Salud) tomó nota de este nuevo fenómeno. El año pasado, en una de sus publicaciones, la entidad definió la adicción a los videojuegos como un desorden de salud mental. En otras palabras, incluyó esta patología en su nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE).Claro que esos casos extremos implican cuadros bien definidos: lo describen como un “comportamiento de juego persistente o recurrente que se realiza principalmente por internet”. Y mencionan la incapacidad de controlar la frecuencia, intensidad y la duración de la actividad; la priorización del juego por sobre otros intereses de la vida y actividades diarias y, por último, la recurrencia de la conducta en el tiempo a pesar de generar consecuencias negativas. La OMS estima que entre un 2% y un 3% de las personas que juegan videojuegos tienen un comportamiento abusivo y pernicioso.Los especialistas coinciden en que mantenerse despierto durante la noche genera un desgaste extra para el cuerpo. Por eso, pueden verse afectadas las destrezas físicas y mentales. Este esfuerzo, a futuro, puede provocar diferentes problemas como la hipertensión o trastornos agudos relacionados con el sueño.Fortnite: el furor de las nochesSi eres de los pocos que aún no conoce en qué consiste este juego que tiene enganchado al mundo, no te preocupes, es muy sencillo: 100 personas caen a una isla y compiten entre ellos. Hay diferentes modos de juego, se puede ir solo, en pareja o en escuadrones de hasta cuatro personas. El último que queda de pie gana.Los participantes ingresan a un mundo dominado por las armas y las construcciones, que al llevarlas a cabo, permiten refugiarse de los otros competidores. Mientras los jugadores recorren la isla pueden ir hablando en tiempo real con otros competidores. El Fortnite es gratuito y se puede jugar desde cualquier Consola, PC, Tablet o Smartphone.Como actuar con los “Pibes Vampiros”En el último Mundial de Fútbol los entrenadores de las selecciones de Francia e Inglaterra tuvieron que cortar el wifi de sus concentraciones para evitar que sus jugadores trasnochen jugando en las plataformas online. Claro está, que a ese punto ninguno de nosotros queremos llegar.La socióloga de la UBA, Manuela Gutiérrez, master en Medicina Social, observa al videojuego como un epítome de la sociedad posmoderna. “El juego deja en evidencia algunas de las transformaciones socio-culturales en las que estamos inmersos. El vínculo virtual entre quienes juegan pareciera tener la misma intensidad que un vínculo cara a cara. Pero este elemento no es exclusivo del Fortnite, sino que se ha vuelto un rasgo identitario de la sociedad globalizada”.Sin embargo, Gutiérrez, en diálogo con Infobae, postula que la preocupación de los padres es certera ante la amenaza de que se pierdan los espacios de encuentro colectivo. Y eso, dice, se aplica tanto para los adolescentes como para los adultos. “Ir al club, al teatro, al cine, al parque para contrarrestar el individualismo del consumo que se vuelve una tiranía invisible y que se cuela por distintas vías en nuestra vida cotidiana. Es ahí donde es necesario poner la lupa. Somos sujetos sociales, no robots -sostiene-. La tecnología nos presenta avances innegables y beneficios, pero hay que manejarse con cautela y precaución para evitar situaciones más complejas que pueden generar adicciones, fobias y violencia”.Para los especialistas, los padres deben conocer ese mundo o, al menos, interesarse por él. ¿Cómo podemos controlar algo que no desciframos? Para que el recorrido de nuestros jóvenes en el espacio online sea seguro hay que navegarlo también. Poner límites, priorizar algunos encuentros directos, estar atentos a sus reacciones y hacer respetar los rituales familiares son algunas herramientas que permitirán una mejor relación con lo virtual.